Antonio González
es periodista del diario ‘Público’
Cosas veredes, amigo Sancho”, que diría nuestro Don Quijote. Tantos años temiendo que la temible cepa H5N1 de la gripe aviaria diera lugar a una pandemia de consecuencias imprevisibles, para que finalmente haya sido el cerdo el origen de la gripe más temible, de la espada de Damocles que ha puesto en jaque a las autoridades sanitarias del mundo entero. La mal llamada gripe porcina, que ha dejado de serlo en cuanto el virus H1N1 ha logrado transmitirse de forma efectiva entre los seres humanos, parece haberse convertido hoy en la mayor amenaza de salud pública para la humanidad.
Mientras el virus limitó sus andanzas a México, no pareció importarle a nadie. Pero cuando el pasado 24 de abril se empezaron a registrar los primeros casos sospechosos en Estados Unidos, el problema cobró en sólo unas horas dimensiones globales. Poco después empezaron a surgir casos sospechosos en media docena de países, entre ellos España, donde la alarma se propagó de la mano de imágenes de personas enmascaradas en el aeropuerto madrileño de Barajas que incitaban a todo menos a la tranquilidad.
Al principio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se resistía a elevar el nivel de alerta global, teniendo en cuenta que los casos mortales sólo se registraban en México, pero pocos días después situó el umbral de riesgo en el nivel cuatro de una escala de seis, reconociendo, de este modo, la existencia de una situación prepandémica.
En nuestro país todos los periódicos, primero con cautela y luego con profusión, dedicaron sus portadas al tema durante varios días, mientras que la ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, superaba con nota su primera prueba de fuego como titular de este ministerio al activar con prontitud todos los sistemas de alerta y poner en marcha los mecanismos de coordinación con las comunidades autónomas. Y eso que, a la hora de redactar estas líneas, los dos únicos casos confirmados en nuestro país no revisten gravedad alguna y han respondido bien a la medicación.
Pero, ¿hasta qué punto está justificada la alarma? No hay que olvidar, por ejemplo, que la gripe común mata cada año a casi 500.000 personas en todo el mundo, según cifras de la propia OMS, y que hay estimaciones que sostienen que esta enfermedad, en su versión común, está detrás de unos 3.000 fallecimientos anuales en España.
Sin embargo, a día de hoy, y espero no tener que rectificar estas líneas en el futuro, parece muy poco probable que el H1N1 vaya a conllevar semejante carga de mortalidad en nuestro país.
¿Significa esto que las medidas tomadas por el Ministerio de Sanidad y Política Social de Jiménez (seguro que más de uno se alegra ahora de que exista como tal) y las comunidades autónomas son exageradas? En absoluto. Por mucho que este columnista pueda pensar que el riesgo de una pandemia como la acaecida en 1918 es altamente improbable, más vale tomar todas las precauciones necesarias, aún a riesgo de alarmar a la población.
Así, aunque en el caso de la mal llamada gripe porcina se haya podido generar una alarma excesiva entre la población, la rápida actuación de las autoridades sanitarias españolas ha sido por el momento digna de elogio. Esperemos que sigan así.