La visión mercantilista de la sanidad es el principal obstáculo para mejorar la asistencia sanitaria en EEUU
| 2008-11-16T18:00:00+01:00 h |

Antonio González

es periodista del diario ‘Público’

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, es el hombre de moda, nadie lo duda. Encarna la ilusión, el cambio y el optimismo. Obama ha demostrado que es capaz de superar un reto que parecía imposible, el de llegar a ser presidente de Estados Unidos siendo negro, y nos ha regalado un discurso tras su elección que se puede considerar una joya de la ciencia política. Pero poco más.

Para la gran mayoría, sigue siendo un desconocido, una incógnita que no se despejará hasta que empiece a gobernar. De la ilusión no se vive eternamente, y aunque me gustaría mucho equivocarme, dentro de pocos meses empezaremos a escuchar a muchas de las voces que ahora rinden pleitesía al gran hombre expresar su decepción cuando el político perfecto se enfrente a la realidad que quiere cambiar.

Superar la crisis económica, dejar atrás las tropelías de George Bush, conseguir un mundo más justo y devolver la ilusión a una superpotencia que hace mucho tiempo que perdió su imagen de abanderada de la libertad y la democracia no parecen objetivos fáciles, pero aún se me antoja más complicado que Obama sea capaz de aprobar una asignatura pendiente que Estados Unidos tiene desde siempre y que no es otra que la asistencia sanitaria.

El país con el gasto en salud, o la inversión, según se mire, más elevado del mundo tiene a la vez 46 millones de habitantes, más o menos la población de España, sin asistencia sanitaria. Y no parece que esta cifra vaya a reducirse si no se toman medidas. Por ello, la sanidad ha sido una de los temas estrella de la campaña electoral, en la que Obama se ha comprometido a conseguir en el futuro la cobertura universal, empezando por los niños, algo que por cierto dejó de ser una preocupación para los españoles hace muchos años.

Pese a ello, el presidente electo de Estados Unidos no ha sido capaz de sacudirse su visión mercantilista de la sanidad, y sus medidas van dirigidas a hacer tibias reformas de un sistema que falla de raíz a la hora de ofrecer una asistencia equitativa a todos los ciudadanos. Habla de establecer un mayor abanico de seguros sanitarios para que más gente se pueda beneficiar de ellos, y promete medidas tan revolucionarias como no permitir a las aseguradoras sanitarias cometer la felonía de denegar la asistencia a personas por padecer enfermedades previas a la contratación de los seguros.

Sin embargo, ninguna de estas medidas podrán corregir el rumbo de un sistema que es injusto por su propia naturaleza, y cuyo error de base es tratar la salud de los ciudadanos como una mera mercancía, algo que a este lado del Atlántico me da la impresión de que a algunos no les parece del todo mal. Es cierto, como señalaba en su último número la revista The Lancet al analizar los planes de Obama para mejorar la sanidad, que “los cambios pueden ocurrir”, pero tendrán que ser cambios de verdad, no medidas cosméticas. De lo contrario, no creo que ni los bisnietos de Obama, si es que los llega a tener, lleguen a ver hecha realidad la loca idea de su bisabuelo, el primer presidente negro de los EEUU, de que la sanidad llegue a todos.