| viernes, 17 de junio de 2011 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

El reciente brote infeccioso provocado por una rara cepa de la bacteria Escherichia coli enterohemorrágica (EHEC) ha puesto en jaque a Alemania y, por ende, a toda Europa. Al tratarse, además, de una bacteria que se transmite sobre todo a través de la ingesta de alimentos contaminados, a la dimensión de salud pública del problema se ha sumado otra vertiente, de índole económica, que ha causado pérdidas millonarias a los agricultores europeos, pero sobre todo españoles, cuyos pepinos fueron acusados injustamente de ser el origen de la epidemia. Esta crisis, en cualquier caso, nos deja varias lecciones y nos señala otros tantos errores que habrá que tener cuidado de no cometer en el futuro. La mayor parte de estos errores, como ya ha quedado claro a estas alturas, fueron cometidos por las autoridades alemanas, aunque la actuación de la Comisión Europea también ha dejado mucho que desear. En cualquier caso, parece claro que el icono de la perfección alemán ha quedado tocado de muerte, ya que los garrafales errores en cadena cometidos a la hora de gestionar esta crisis son impropios de un país con la capacidad técnica o humana que se le presupone a Alemania.

La chapuza de anunciar una alerta alimentaria a través de una rueda de prensa antes de avisar al país afectado y de poner los hechos en conocimiento de la red de alerta europea, saltándose todos los protocolos, basta por sí sola para desautorizar a Alemania, por mucho que la autora del desaguisado fuera una responsable regional, la senadora de Hamburgo Cornelia Prüfer-Storcks. Pero es que después la Comisión Europea tardó más de la cuenta en retirar la alerta sobre los pepinos españoles, una vez que se supo que no tenían nada que ver con la crisis. Y, volviendo a las autoridades alemanas, después del triste episodio del pepino español siguieron dando palos de ciego. Que si un restaurante, que si las fiestas del puerto de Hamburgo, que si un pepino que estaba en un cubo de basura… Finalmente comunicaron las sospechas de que la bacteria se hallaba en los brotes vegetales de una explotación de Bienenbüttel, aunque luego lo desmintieron para, finalmente, dar la hipótesis por buena.

Es cierto que con decenas de muertos y tres millares de enfermos encima de la mesa no es fácil tomar decisiones, pero en salud pública existen protocolos de actuación que en este caso no se cumplieron. Sin embargo, a favor de los alemanes cabe destacar un aspecto positivo. Pese a la oleada de críticas recibida, los alemanes se han mostrado unidos, e incluso la canciller Angela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana, evitó criticar o descalificar a la inexperta senadora de Hamburgo, del Partido Socialdemócrata, pese a que la había liado parda. No quiero pensar qué hubiera ocurrido si el problema hubiera sido en España y un consejero autonómico de un partido distinto al del Gobierno hubiera provocado con un calentón dialéctico el bloqueo de los productos alemanes. Ya estarían aquí el PSOE y el PP echándose los trastos a la cabeza sin importarles las repercusiones para el conjunto del país, que en esto del partidismo no aceptamos aquí lecciones de nadie, y de los alemanes menos.