Tras años de debates éticos y políticos, es vital potenciar todas las líneas de investigación con células madre
| 2009-02-01T18:12:00+01:00 h |

Antonio González

es periodista del diario ‘Público’

Aunque a veces nos quieran hacer creer lo contrario, las casualidades son rara avis en la política, y también en la vida. Muestra de ello es el hecho de que sólo tres días después de la investidura del nuevo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la FDA autorizara el primer ensayo clínico con células madre embrionarias. Aunque los mismos responsables de la agencia reguladora hayan negado una relación de causa-efecto entre ambos acontecimientos, la realidad es tozuda. Tras años de estéril parón por los prejuicios religiosos de George W. Bush y su cohorte de puritanos decimonónicos, Obama y su equipo tienen la intención de volver a este país en la vanguardia en la investigación con células madre embrionarias, las que más esperanzas ofrecen para la curación de muchas enfermedades hoy sin remedio, pero al mismo tiempo las más difíciles de domar, por su enorme plasticidad y las más peligrosas si son mal utilizadas.

La voluntad política del nuevo Ejecutivo estadounidense de dar un vuelco a la investigación con estas células no es un detalle baladí, sino que supone un ‘Día D’ que, sin duda, ya está teniendo consecuencias en la comunidad científica internacional. Por una parte, el nuevo escenario hará posible que grandes cantidades de fondos públicos, hasta ahora destinados a otros campos de experimentación, vuelvan a nutrir las necesitadas arcas de los proyectos centrados en células embrionarias. Por otro lado, este entorno ejercerá de imán sobre muchos científicos que trabajan en países que, como España, gozan de un marco legal más favorable para desarrollar investigaciones en este ámbito, y que ahora podrían ver en Estados Unidos el lugar ideal para despuntar, así como para beneficiarse de mejores condiciones económicas.

La apuesta del Gobierno español por no descartar ninguna vía de investigación está clara, sobre todo tras la aprobación de la Ley de Investigación Biomédica. Aunque ejemplos como el de la Comunidad Valenciana, con el Centro de Investigación Príncipe Felipe a la cabeza, demuestran que el avance de la ciencia no debe tener color político alguno, sigue habiendo reductos donde el fanatismo religioso sigue cercenando la apuesta mayoritaria de la sociedad y el progreso de la investigación de las enfermedades que más nos preocupan. No se explica de otro modo que Madrid, que goza de envidiables condiciones económicas respecto a otras autonomías, tenga en marcha apenas un proyecto con células embrionarias, frente a la clara apuesta en este sentido de la región valenciana, gobernada también por el PP.

El momento es crucial. España puede mantener la ventaja que le otorga su marco legislativo, uno de los más avanzados del mundo. Sin embargo, sólo podrá atraer y retener a algunos de los científicos más destacados si Gobierno y CC.AA., al margen de su signo político, no hacen una apuesta firme, que se traduzca en recursos económicos, para financiar estas investigaciones al igual que se hace con las de células adultas. La crisis económica es aguda, pero como todas las crisis capitalistas será pasajera. Sin embargo, el avance de la ciencia es firme y dura para siempre.