| viernes, 06 de noviembre de 2009 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

Comunicación. Una sola palabra que encierra muchas cosas, como se puso de manifiesto en el último congreso de la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), entidad que, además de periodistas de medios, acoge a responsables de comunicación de entidades relacionadas con la salud: laboratorios, hospitales, consejerías de sanidad, aseguradoras… Pues bien, en el marco de este Congreso se presentó la última edición de la Guía de la comunicación sanitaria, un compendio con las referencias básicas del sector de especial utilidad para los periodistas que inician su andadura en el mundo de la información sanitaria. El caso es que en el transcurso de la presentación de la guía, los responsables de la misma, entre los que me cuento, pusimos de manifiesto las dificultades a las que tuvimos que hacer frente para hacer algo tan sencillo como recopilar nombre, dirección, teléfono y correo electrónico de los responsables de comunicación de las diferentes entidades.

Aprovechamos también la realización de la guía para hacer una especie de chequeo informal de hasta qué punto la comunicación es un valor integrado en las distintas organizaciones, y nos llevamos una sorpresa al descubrir que, más allá de los habituales alegatos de transparencia, la realidad deja mucho que desear. En muchos casos, un periodista principiante que no tenga el contacto directo vía móvil con los responsables de comunicación de un laboratorio, por ejemplo, se puede dar por muerto. Las respuestas de las operadoras de las centralitas telefónicas de muchas compañías darían para escribir por sí solas un artículo, ya que engloban toda una retahíla de despropósitos. Así, figuran desde aquellas a las que les suena a chino eso de un departamento de comunicación o prensa, pasando por las clásicas respuestas del vuelva usted mañana para acabar con las que, con todo el gracejo del mundo, responden que sí hay responsable de comunicación pero que no se puede facilitar su nombre y que, por supuesto, no está para hablar con periodistas. Tras el fracaso telefónico, el pobre informador decide aventurarse en la página web en busca de un teléfono del departamento de comunicación, un buen propósito que se convierte en un sentimiento de frustración, ya que en la mayoría de los casos es literalmente imposible hallar un número telefónico útil.

Nos seguimos extrañando de que el sector farmacéutico arrastre una mala imagen que, siendo por lo general injusta, parece un mal endémico. Pero es que la comunicación es una asignatura pendiente de los laboratorios. Aunque nadie duda de que en los últimos años se ha mejorado, sobre todo de la mano de las agencias de comunicación especializadas en salud, los responsables de las compañías siguen sin ver la comunicación como un elemento transversal, y mantienen su desconfianza hacia la labor de los periodistas. O peor: no les tienen en cuenta. Mientras esto siga así y no interioricen el valor estratégico de la auténtica comunicación, y no sólo de las relaciones públicas, su valor ante la sociedad seguirá rodeado de un nocivo halo de falta de transparencia.