| viernes, 08 de abril de 2011 h |

Antonio González es periodista del diario ‘Público’

En numerosos ámbitos, sobre todo en el de los negocios, existe la tendencia de emplear términos anglosajones para definir determinados conceptos, como si el castellano no fuera un idioma lo bastante rico, o quizá precisamente por este motivo. Es posible que la primera de estas palabras en extenderse fuera marketing, en vez de comercialización, pero ya hay muchas otras que ningún buen alumno de escuela de negocios debe dejar de pronunciar varias veces al día, no vaya a ser que piensen mal de él. Branding, coaching, positioning… Hay montón de términos, pero casi siempre se emplean en ámbitos económicos o empresariales. Por eso llama más la atención que una de las entidades sanitarias que representan precisamente una posición de liderazgo para España a escala global, la Organización Nacional de Trasplantes, haya elegido uno de estos palabros, benchmarking, ni más ni menos que para definir cuál será su hoja de ruta para los próximos años. Benchmarking suena muy sofisticado, pero en román paladino significa algo muy sencillo, pero a la vez muy difícil de ejecutar en organizaciones complejas y con un elevado componente humano: copiar del que mejor lo hace y extender el procedimiento a todo el sistema.

Es complicado porque, primero, requiere reconocer que existe algo que corregir; segundo, es necesario hacer un ejercicio de autoevaluación para ver qué cosas funcionan o cuáles no; y tercero, hay que identificar sin complejos al que mejor lo hace y convencer al resto de que deben de asumir sus procedimientos. Aunque Rafael Matesanz lo explicara hace unos días de una forma más diplomática, pero no por ello menos clara, este copiar de los mejores no es un camino de rosas, pero sí es un camino que lleva a un fin cierto y de éxito probado. Que la ONT haya decidido actuar antes de que laS actuales tendencias a la baja en las fuentes tradicionales de donantes se traduzcan a medio plazo en caídas sustanciales del número de trasplantes, nos habla de una organización bien gestionada y donde existe un buen nivel de coordinación. Además, permite mirar al futuro con cierto optimismo, e incluso con ilusión, algo necesario en cualquier entidad u organización.

En estos tiempos llenos de dudas interesadas sobre el futuro de nuestra sanidad, y mientras el copago está en boca de todos los que se mueven en las bambalinas de la política sanitaria, por más que pocos lo reconozcan, la ONT ha vuelto a convertirse en un ejemplo para el conjunto del SNS. Cierto es que la complejidad del conjunto de la sanidad pública es mil veces mayor que la de una entidad del tamaño de la ONT, pero ello no debería impedir hacer algo de lo que todos hablan y nadie se atreve a hacer: trabajar de verdad por mejorar la eficiencia de los recursos, humanos y económicos. Analicemos con criterios objetivos y cuantificables quién gestiona mejor un hospital y copiémoslo, qué modelo de transporte sanitario es el mejor, quién incentiva mejor a sus profesionales, quién hace la mejor prevención, quién hace un uso más racional de la tecnología o los fármacos. Copiemos a los mejores sin complejos y bienvenido sea el benchmarking a la sanidad pública, ya sea en inglés o en polaco.