Antonio González es periodista del diario ‘Público’
Sacar el humo del tabaco de los bares y restaurantes, principal logro de la nueva ley antitabaco, se puede considerar un hito histórico en la lucha contra el consumo de esta droga legal. Desde que a mediados del siglo XVI la planta del tabaco empezara a ser cultivada en los alrededores de Toledo, esta sustancia ha sido, junto con el alcohol, un elemento omnipresente en tabernas, bares y restaurantes de todo tipo, época y condición. Es natural, por tanto, que los hosteleros, un tanto animados por el lobby tabaquero, le tengan miedo a la nueva ley; el tabaco lleva asociado a su negocio desde el principio. Sin embargo, el tiempo demostrará que se trata de un temor infundado porque, aunque pueda parecerlo, el tabaco no forma parte de la esencia misma del servicio de la restauración, al menos desde el punto de vista del cliente.
Como ex fumador confeso y convicto y, a la vez, aficionado a los bares, restaurantes y todo tipo de establecimientos públicos donde se ofrezca al respetable buen yantar y mejores brebajes, este columnista considera que en la ecuación que da como resultado el éxito de un bar, el tabaco no es más que una variable prescindible, como veremos en los próximos meses. De este modo, siempre que permanezcan invariables el resto de elementos de la fórmula, como son la buena compañía, el buen ambiente (que ahora será todavía mejor sin humo), una comida y bebida de calidad y un buen servicio, los hosteleros no tendrán nada que temer.
Es más, una parte de la concurrencia que, en estos tiempos de concienciación frente al tabaco, estaba apartada de sus negocios, como mujeres embarazadas, familias con niños y menores de edad y personas sensibles al humo, volverán a poblar las barras y las mesas. Para satisfacer a los incondicionales del pitillo, los hosteleros podrán seguir poniendo a su disposición las terrazas, que en España pueden disfrutarse gran parte del año. Además, gracias a los calefactores que llevan muchos años instalados en locales al aire libre de media Europa, las terrazas son ya una opción válida en cualquier estación, haga frío o calor.
En definitiva, las voces que critican la ley por su impacto económico callarán pronto a la vista de los acontecimientos, como callaron tras la aplicación de la ley anterior, y aquellos que siguen clamando por su libertad individual sólo deben recordar que su libertad de mermar su salud y, en definitiva, de matarse consumiendo una droga, por muy legal que sea, acaba donde empieza la libertad del resto de respirar aire saludable en establecimientos públicos. Soy yo, que no fumo, quien tiene derecho a entrar en bar y salir sin que parezca que trabajo en una tabacalera por el olor de mi ropa. Y son ellos, y no yo, los que tienen que salirse a la calle para no perjudicarme. Parece una obviedad, pero hasta ahora no se ha puesto negro sobre blanco. Han hecho falta cinco siglos, que se dice pronto.