Los hogares españoles acumulan 200 millones de recetas que, tras haber sido prescritas por el médico no han llegado a las oficinas de farmacia y, por tanto, no han sido dispensadas. Así lo aseguró Isabel Vallejo, vicepresidenta de la Federación Empresarial de Farmacéuticos Españoles (FEFE), durante la celebración el pasado 3 de octubre de la I Jornada Científica del Observatorio de Adherencia al Tratamiento (OAT). Una cifra preocupante que confirma un dato ofrecido por este observatorio: el 52 por ciento de los pacientes no tiene una correcta adherencia a los tratamientos.
Pero, ¿qué puede hacer aquí la oficina de farmacia? Detectar a los pacientes con riesgo de incumplimiento terapéutico, seleccionar los casos que requieran de una mayor atención y determinar el nivel de autogestión de esos pacientes para evaluar si es o no necesario individualizar todavía más el seguimiento. Toda una serie de acciones con un objetivo claro: lograr el compromiso del paciente con su tratamiento.
Y es que, en un sistema de salud en el que el médico de Atención Primaria cada vez tiene menos tiempo para atender a sus pacientes, el farmacéutico se convierte en una pieza clave en el cumplimiento terapéutico de los ciudadanos, sobre todo de los mayores, que acuden en muchas ocasiones a la oficina de farmacia solo para hablar y sentirse menos solos. Y es precisamente esta “accesibilidad del profesional farmacéutico” y la localización de los establecimientos “a pie de calle” lo que hace a las oficinas de farmacia, según Vallejo, una pieza esencial en el objetivo del OAT.
Además, la vicepresidenta de FEFE también recordó la importancia de que el paciente considera al profesional farmacéutico un “referente fiable”, por lo que confía en él, le pide opinión y sigue sus consejos. Eso sí, tampoco se olvidó de la importancia de incluir en esta labor a los médicos y a la Administración, ya que, en su opinión, “la solución vendrá de la colaboración y el compromiso de todos los agentes”. Así, Vallejo incidió en la necesidad de que “la reorientación del SNS pivote sobre atención primaria y la oficina de farmacia”.
Para ello, expuso la necesidad de elaborar una historia clínica única, a la que debería añadirse también una historia sociológica del paciente que indique en qué ámbito y en qué condiciones se enfrenta a una determinada patología, un aspecto que influye muchísimo en la adherencia de los pacientes al tratamiento. Pero, tal y como recordó, nada de todo esto podrá llevarse a cabo sin establecer “los canales de comunicación y coordinación adecuados”. En este sentido, destacó la necesidad de implantar definitivamente la receta electrónica, para establecer así un “mecanismo de feedback efectivo entre médico y farmacéutico”.
Igualmente, Vallejo aprovechó la jornada para recordar que los sistemas de dosificación personalizada (SDP), incentivados desde la Administración, no son un buen sistema de impulso de la adherencia, ya que “no tienen cobertura legal, por lo que se pierde la cadena de seguridad del medicamento, la farmacovigilancia y la trazabilidad”. Además, precisó que al estar fuera de sus envases y en contacto con otros fármacos, podrían producirse interacciones entre principios activos, rompiéndose así la estabilidad del medicamento. En lugar de esta opción, recordó el recuadro en blanco en los envases, indicado para hacer aclaraciones sobre las dosis a tomar, ya recogido en la Ley de Garantías de 2006.
Actitud positiva
Por su parte, José Manuel Ribera, presidente del OAT, subrayó la importancia de utilizar el término ‘adherencia’ en lugar de ‘cumplimiento’, “que implica una actitud más pasiva”. Y es que, el OAT no busca solo que los pacientes cumplan el tratamiento, sino también que adopten una actitud proactiva y positiva frente a ellos, interiorizándolos y haciéndolos suyos.