La farmacia moderna nació en la Edad Media, cuando empezó a seguir el método empírico y a usar los principios activos de las plantas

La gran crisis del siglo XIX supuso una oportunidad para el farmacéutico, que le sirvió para dar el salto a nuevos ámbitos profesionales

| 2009-11-06T16:56:00+01:00 h |

josé c. rodríguez

Madrid

Los servicios que prestan los farmacéuticos hoy en día convierten a estos profesionales en una pieza clave en el sistema sanitario. Pero eso no es ninguna novedad. Ya desde sus inicios como profesión liberal, en la Edad Media, la labor del farmacéutico cubría desde la preparación de los medicamentos hasta su dispensación y consejo al público sobre todo lo administrado. Así lo explica Francisco Puerto, catedrático de Historia de la Farmacia de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense, quien considera que “la labor del farmacéutico antes era total, preparaba absolutamente todos los medicamentos de la época”.

La farmacia moderna dio sus primeros pasos en el siglo XIII. Fue entonces cuando se formularon las órdenes que dictaron la separación estricta entre la profesión de boticario y la de médico. La adopción del método empírico fue el otro elemento clave para que viera la luz la farmacia moderna. En este sentido, Xavier Sorní, presidente de la Sociedad Catalana de Historia de la Farmacia (SCHF), que el pasado fin de semana organizó en Gerona las IX Jornadas de Historia de la Farmacia, manifiesta que “a partir de entonces se eliminó todo lo mágico y la superstición: curanderos y brujos quedaron en un lado y los boticarios en otro”.

A pesar de que la farmacia que tenemos hoy en día surgió de la que nació en la Edad Media, cuando se observó que las plantas tenían beneficios medicinales, no fue hasta siglos más tarde cuando se conformó toda la farmacéutica moderna actual. Fue entonces cuando se dio el paso decisivo del boticario al farmacéutico. “Es con el nacimiento de las primeras facultades y colegios cuando ya podemos hablar de la farmacia moderna”, afirma Sorní, que añade que el nacimiento de la especialidad fue algo fundamental para la profesión.

A este respecto, Puerto afirma que fue a partir del siglo XIX cuando se añadieron a la formación del profesional diversas ciencias, como la química moderna, “aunque la farmacia siempre se ha basado en la botánica y la química”, que hizo que los farmacéuticos pasasen a estar progresivamente mejor formados.

La Gran Crisis del XIX

Esa mejor formación fue clave para superar la gran crisis de la farmacia, que sobrevino en el siglo XIX. Fue entonces cuando las grandes industrias química y textil se lanzaron a la producción del medicamento. “Ya por entonces se pudieron dosificar los principios activos de las plantas y usarse en beneficio del ser humano”, afirma Puerto, que define el medicamento moderno como aquél que demuestra su seguridad y eficacia para un gran número de personas.

La industria sustituyó entonces al farmacéutico como elaborador de los remedios. Esto supuso una crisis de identidad para el farmacéutico de la época, que remedió esta dificultad con la ampliación de su labor profesional en el panorama sanitario.

Sobre este punto, Puerto matiza que la crisis fue algo muy preciso y característico de un momento histórico que supuso una oportunidad para llevar al farmacéutico a nuevos ámbitos. “El profesional dio el salto de la oficina de farmacia hacia la gran industria, nuevo lugar desde el que elaborar los medicamentos y que brinda una oportunidad excelente para la investigación de nuevos fármacos”, explica.

En relación a este punto, Sorní afirma que aunque la irrupción de la industria en la farmacia supuso una crisis, al desnaturalizar la esencia de la farmacia: la preparación de los medicamentos, también “fue vital, porque ha permitido el desarrollo de fármacos increíbles que el boticario nunca podría haber desarrollado”. Una opinión que comparte Puerto, que incide en el papel clave de la industria. “Sin ella el medicamento industrial no habría llegado y, sin éste, no podríamos tener unos servicios de protección social como los que han existido estas décadas”, precisa.

De la crisis se salió con una redefinición de la labor profesional. A partir de entonces, el profesional farmacéutico comenzó a tener un papel más activo en el sistema sanitario, tendencia que sigue en la actualidad. A este respecto, Puerto manifiesta que se ha llegado a una situación en la que lo auténticamente importante para el profesional no es la técnica o el medicamento, sino la persona sobre la que aplica esta técnica y ese fármaco.

El buen futuro que augura a la profesión Puerto es compartido por Sorní. “La atención al paciente o el seguimiento de su tratamiento son labores clave para la farmacia del futuro, aunque deben ser negociadas con la Administración para que sean reconocidas y gratificadas económicamente”, dice.

Por su parte, Puerto afirma que la labor del farmacéutico hoy es vital ya que si no prestase labores de apoyo y consejo habría que formar a nuevos profesionales que realizasen su tarea. Asimismo, añade que el farmacéutico tiene la formación necesaria para ser garante del medicamento y educar sobre cuidados básicos.