Vamos a poner las cosas en su sitio. En el lugar en el que deben estar. Y para eso no me hace falta tomarme un Optimis, uno de esos productos que incitan en la alegría en momentos de tristeza y agonías financieras. Pues ya ven que los de Uriach Aquilea están a la que salta para ponernos al día en eso del estado de ánimo. Dicho lo cual intentaré contarles la intrahistoria, la mía personal, de la entrega de los Premios Fundamed-El Global, unos galardones que este año han celebrado su undécima edición y que, sin ningún lugar a dudas, se han convertido por méritos propios en un referente dentro del sector sanitario español.
El escenario Rafael del Pino de Madrid, resultó magnífico. Y el éxito de Santiago de Quiroga, vicepresidente ejecutivo de Fundamed y presidente editor del Grupo Contenidos, y equipo, fue excepcional. Por primera vez vimos al primer ministro y a la última ministra de Sanidad la democracia, la actual responsable del ministerio, juntos, Enrique Sánchez de León y Ana Mato. Uno para utilizar el verbo preciso en esta circunstancia y la otra para defender con fervor que la asistencia sanitaria seguirá siendo gratuita, universal y basada en los principios de la equidad. Ha tenido que lucharlo a brazo partido en contra de algunos criterios que pululaban por el entorno del Palacio de la Moncloa.
Les tengo que decir que tengo mis propias fotos preferidas del acto. Entre ellas, la que juntó a todos los premiados; o la que se hicieron el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Fernández-Lasquetty, y la ministra, dos jóvenes políticos criados en el regazo de José María Aznar y, qué curioso, Fernández-Lasquetty hoy parece un veterano de la Sanidad y Mato maneja con solvencia, después de cien días, los léxicos y epónimos de la salud y las ciencias biomédicas.
Mi foto preferida, la personal, fue la que me hice con los dos sufridores del momento. Una, porque tiene la red de soporte sanitario con más capilaridad de España, la presidenta de los farmacéuticos españoles, Carmen Peña, y otro, porque preside el sector, la industria farmacéutica, con más calado económico, público y social, y, en cambio, se trata del área más ninguneada por los últimos gobiernos, me refiero al presidente de Farmaindustria, Jordi Ramentol. Ya lo dijo él con discreción, fueron sus últimas palabras al agradecer el premio, cuando matizó, “espero que la reforma del Sistema Sanitario se haga también contando con nosotros”. Porque se pueden poner medidas que reduzcan el gasto haciéndolo en términos predecibles y apelando a la normalidad.
Por ejemplo, la desfinanciación de medicamentos destinados a síntomas menores, que además de permitir importantes ahorros en la factura farmacéutica garantizaría que los ciudadanos puedan disponer de los mejores y más innovadores tratamientos para las dolencias más graves.
La introducción de una tasa o copago por prestación farmacéutica y sanitaria es un mecanismo implantado en toda Europa, con un doble efecto: recaudatorio y disuasorio. Es necesario llevar a cabo ajustes en todo el Sistema Nacional de Salud, gestionando con eficacia y disciplina los recursos disponibles, eliminando bolsas de ineficiencia.
Claro que son necesarias muchas cosas, pero pienso que conviene no olvidar en este tiempo de la historia es que lo que hace falta es que los dioses iluminen a personas como Mato, Peña, Fernández-Lasquetty y a Ramentol que, con sus equipos, tienen la más alta responsabilidad en este crítico momento. Seguro.