| viernes, 03 de junio de 2011 h |

Dr. Bartolomé Beltrán, director de Prevención y Servicios Médicos del Grupo Antena3

Me preocupa la hidratación. Ahora tiene que ser a la medida. Las mujeres necesitan tomar 2,7 litros diarios y los hombres 3,7 de media. Pero ahora, además del agua, somos lo que comemos. Como ha sido siempre. Por eso se pone de moda la fibra dietética y sus aplicaciones terapéuticas. Y no me refiero solamente al aparato digestivo sino a la enfermedad cardiovascular, a la diabetes y otras cuestiones que están en línea con la síntesis de colesterol y la disminución de la resistencia a la insulina.

Por eso, me ilustro con el profesor Francisco Sánchez de Medina y los expertos Antonio Zarzuelo y Julio Gálvez, quienes resumen en su libro que el concepto más reciente propuesto para la fibra es que “la parte comestible de las plantas o hidratos de carbono análogos que son resistentes a la digestión y la absorción en el intestino delgado, con completa o parcial fermentación en el intestino grueso. La fibra dietética incluye polisacáridos, oligosacáridos, lignina y sustancias asociadas de la planta. Las fibras dietéticas promueven efectos beneficiosos fisiológicos, como el laxante, y atenúan los niveles de colesterol o de glucosa en sangre”.

Por lo tanto, la fibra dietética no está formada por sustancias con una estructura concreta que permita diferenciar sus componentes, sino que distintas propiedades permiten encuadrar una sustancia bajo el concepto de fibra dietética.

Con todo, recomiendan “un aporte de fibra de alrededor de veinticinco a treinta gramos al día, así como a que éste esté balanceado con un setenta y cinco por ciento de fibra insoluble y un veinticinco por ciento de fibra soluble”. Igualmente, se recomienda que, siempre que sea posible, este aporte se haga consumiendo alimentos ricos en fibra y no tomando suplementos de ésta. Los alimentos ricos en fibras contienen otras sustancias, como vitaminas, minerales o antioxidantes, que pueden colaborar en la prevención de estas enfermedades y al ingerir estos nutrientes, se realiza un camino en la dieta, evitando el consumo de otros alimentos nocivos para la salud.

En realidad, el asunto viene a colación por la importancia que en los últimos años está adquiriendo la fibra en nutrición se debe a que diversos estudios epidemiológicos han puesto de manifiesto que su consumo previene la aparición de determinadas enfermedades propias de los países desarrollados, que se engloban bajo el término de “enfermedades de la opulencia”.

Así, el incremento en la ingesta de fibra dietética ayuda a prevenir la diabetes, las enfermedades cardiovasculares, la obesidad y las enfermedades de tracto digestivo (como el estreñimiento crónico o la diverticulosis). No obstante, hay que tener en cuenta que no todas las fibras tienen los mismos efectos beneficiosos para la salud.

Por eso, los autores aseguran que la fibra soluble es muy útil para la prevención de la obesidad, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, mientras que el consumo de fibra insoluble parece mejor para controlar las enfermedades del tracto digestivo.