| viernes, 26 de agosto de 2011 h |

Dr. Bartolomé Beltrán, director de Prevención y Servicios Médicos del Grupo Antena3

Quiero recordar que alrededor de ochenta alergólogos y otorrinolaringólogos de toda España se dieron cita para asistir a la presentación científica de una nueva molécula antihistamínica, bilastina. La reunión se desarrolló en cuatro bloques de información. El primero de ellos se dedicó a situar los antihistamínicos en el tratamiento de la rinoconjuntivitis alérgica y la urticaria.

En esta cumbre de expertos el doctor Joan Bartra, especialista del Clínic de Barcelona, explicó que la urticaria es una entidad clínica caracterizada por lesiones eritemato-habonosas y pruriginosas. Los habones tienen una duración inferior a las 24 horas y se reproducen durante un mínimo de seis semanas a una frecuencia de más de dos veces por semana. En un 50 por ciento de los casos se asocian a angioedema e irrumpen de forma discreta en un 0,65 por ciento de la población general, aunque acarrean un grave impacto en la calidad de vida.

Partiendo de las guías sobre el abordaje clínico de la urticaria, publicadas en el 2007 por la Sociedad Británica de Alergología e Inmunología Clínica (Bsaci) y en las de la Academia europea de alergia e inmunología clínica (Eaaci) de 2009, el doctor Bartra trasladó el debate a qué tipo de antihistamínicos parece más indicado en la urticaria. Los de primera generación, explicó, tienen el inconveniente de una corta duración, numerosas interacciones y efectos secundarios, especialmente sobre el Sistema Nervioso Central (SNC). En cambio, los antihistamínicos de segunda generación han obtenido mejores resultados en los test in vivo con respecto a la inhibición de la respuesta cutánea a la histamina, ostentan un mejor perfil de seguridad, permiten una mayor concentración en piel y ejercen un efecto antiinflamatorio.

Inclinada la balanza a favor de los antihistamínicos de segunda generación, el ponente planteó cómo ordenar su empleo. Partió de tres objetivos: mayor eficacia, menores efectos secundarios y mayor concentración en piel. Del mismo modo, Bartra concluyó que hay acuerdo general a la hora de indicar anti-H1 de segunda generación como tratamiento de primer escalón en la urticaria, aunque no hay acuerdo en cómo deben aumentarse las dosis en escalones posteriores ni en qué pacientes deben considerarse.

No quiso cerrar el ponente su intervención sin recalcar, de acuerdo con un artículo aparecido en el British Journal of Dermatology, que las guías terapéuticas no están siendo seguidas por los médicos de Atención Primaria, que siguen prescribiendo muchos anti-H1 de primera generación y que no optan casi nunca por los aumentos de dosis.

En definitiva que hay acuerdo general a la hora de indicar anti-H1 de segunda generación como tratamiento de primer escalón en la urticaria. Una cuestión que exige considerar que son muy importantes las guías sobre tratamientos hechas por consenso a fin de que los médicos de Atención Primaria puedan manejar con rigor y eficacia las conclusiones de los expertos. Seguro.