Lara Murga
Madrid
En los últimos años el consumo de antibióticos ha aumentado por encima de la prevalencia de infecciones bacterianas, y ha hecho de España el país de la Unión Europea, junto con Italia, donde más antibióticos se acumulan en los hogares. Para concienciar a profesionales sanitarios y población en general se celebró la semana pasada el Día Europeo para el Uso Prudente de los Antibióticos, al que se sumó el Ministerio de Sanidad en una jornada sobre el tema.
En la presentación del acto, la subsecretaria de Sanidad y Consumo, Consuelo Sánchez Naranjo, expuso que en los últimos años se ha producido un aumento de las cepas bacterianas resistentes a los antibióticos así como un incremento en su velocidad de aparición. Sobre este particular incidieron los conferenciantes al describir la variedad de respuestas adoptadas por los patógenos más habituales en el medio humano.
Así, precisaron que un tercio de las cepas de neumococos responsables de las neumonías es resistente a penicilina, que el 30 por ciento de las cepas de estafilococos es resistente a amoxicilina y que el 60 por ciento de las cepas invasivas de Escherichia coli, bacteria responsable de muchas de las infecciones urinarias, es resistente a la ampicilina.
Con el objetivo de combatir esta resistencia, desde la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) se siguen tres estrategias: rescatar antibióticos antiguos, modificar otros ya conocidos y encontrar nuevos antibacterianos. Un campo en el que, a jucicio de María Jesús Fernández, de la Aemps, la investigación ahora se encuentra en crisis.
El fenómeno de la resistencia se desencadena cuando la persona consume un antibiótico por debajo de la dosis prescrita por su médico. De esta manera, las bacterias que antes eran sensibles al tratamiento antibiótico pueden volverse resistentes a otros antibióticos de la misma familia, e incluso a antibióticos de otras familias. Las infecciones causadas por estas bacterias resistentes ya no responden al tratamiento, prolongan el proceso infeccioso y, por tanto, la probabilidad de contagio y de aparición de complicaciones.
En ese sentido, Fernando Baquero, del departamento de Microbiología del Ramón y Cajal, empleó el término “pacientes sin voz” para designar a aquel grupo de personas que ha desarrollado una resistencia crónica a los antibióticos y que ya representa de nueve a diez veces más que los enfermos de sida. La resistencia no sólo afecta al consumidor del antibiótico, ya que también incrementa la transmisión de bacterias resistentes a otros miembros de la familia, incluidos recién nacidos.
Campañas cuestionadas
Asimismo, se trató la eficacia de las campañas informativas sobre el uso responsable de los antibióticos. A este respecto, Edurne Lázaro, de la Aemps, señaló que la campaña del ministerio, vigente desde 2006, “no ha tenido demasiado impacto, porque en Europa las campañas que funcionan son aquellas que realizan de manera persistente”. Sobre este aspecto, José Campos, del Centro Nacional de Microbiología, replicó que “hasta la sexta o séptima campaña éstas no suelen tener impacto sobre la población en general”. Además, se refirió a las diferencias existentes entre España y otros países de la UE en la financiación de estas campañas, ya que en éstos las campañas institucionales son más baratas y los gastos se cubren con lo que se ahorra el Estado en antibióticos.
Bajo el lema “Pueden dejar de curar”, la campaña del Ministerio de Sanidad alerta a la población de los riesgos que entraña el uso indiscriminado de antibióticos, con un apartado específico para los menores de edad. El mensaje se centra en recordar a los padres que los resfriados, los catarros y las gripes están causados por virus, y los antibióticos no mejoran ni evitan su contagio.
Cabe destacar que en la atención pediátrica sí se registró un descenso del consumo. Por ejemplo, de amoxicilina en combinación con ácido clavulánico, el antibiótico más consumido en cómputos globales, que se redujo en un 21 por ciento entre 2000 y 2007. Un buen dato que Campos atribuyó a la “prescripción retrasada” de los médicos de atención primaria, que no recetan antibióticos en el 50 por ciento de las consultas pediátricas.