Cuál es el ciclo de vida de un descubrimiento científico clínico desde que se publica un primer artículo en una revista científica de referencia hasta que llega al hospital o a la farmacia? El viaje no es alentador. A partir del seguimiento de las intervenciones médicas publicadas en la literatura científica, un equipo de análisis del Institute for Clinical Research and Health Policy Studies del Tufts Medical Center (EEUU) descubrió que transcurre una media de 24 años desde la primera mención del nuevo descubrimiento hasta que se convierte en una intervención terapéutica eficaz . Esta cifra se deriva del análisis de 101 “prometedores anuncios de nuevos descubrimientos con un claro potencial clínico”, publicados entre 1979 y 1983. Ninguno llegó a ser un tratamiento extensivo antes de 2003, y 96 no se convirtieron en realidad.
Este estudio muestra el largo periodo que pasa entre un descubrimiento y su traslación a ser una aplicación efectiva. Esto muestra la dificultad que entraña para el mundo científico justificar la financiación y el tiempo que se invierte para llegar a resultados tangibles y lo complicado que es transmitir el proceso que lleva hasta un descubrimiento científico. Sin olvidar un aspecto: ¿cómo evitar crear expectativas prematuras que pueden dañar la credibilidad de la ciencia ante la opinión pública?
Deberíamos preguntarnos si la cascada de noticias científicas sobre novedades que son producto de experimentos muy preliminares, que abren caminos esperanzadores pero que son difíciles de situar en contexto en el marco de la información indiscriminada destinada al gran público, es beneficiosa o contraproducente para la ciencia.
Descubierto el gen de una enfermedad incurable…; descubierta una molécula que un día puede ser utilizada para curar un cáncer…; experimentación preliminar de una posible vacuna contra una pandemia en los países del Tercer Mundo…; y el largo etcétera al que estamos acostumbrados en los medios de comunicación: ¿son útiles como noticias o son una anécdota más de las que llenan telediarios y páginas de periódicos día a día?
Sin embargo, no hay duda de que también es importante que el público entienda que convertir las ideas de laboratorio en aplicaciones clínicas es un proceso costoso en tiempo y dinero, y que vale la pena. Sin este proceso no hubiéramos aumentado nuestra esperanza de vida de la forma que lo hemos hecho en el último siglo. La investigación básica requiere su tiempo, la ciencia no puede avanzar sin disponer de él, incluso con la habitual regla que permite reconducir un camino erróneo emprendido y desembocar en otro correcto. Para ello, la información que trasciende a la sociedad se debería poder contextualizar y el público debería comprender qué comporta la metodología científica, desde la hipótesis hasta la tesis pasando por la indispensable experimentación o demostración.
Éste es el dilema de la buena información científica y médica. Los medios de comunicación de masas, ¿lo están haciendo así? Seguro que ustedes conocen la respuesta correcta.
Vladimir de Semir es director del Observatorio de la Comunicación Científica y Médica de la Universidad Pompeu Fabra