| miércoles, 18 de junio de 2014 h |

Vista la gran sensibilidad al precio de las recetas, es “urgente” conocer cuáles han sido los grupos de pacientes y de medicamentos más afectados por la “drástica reducción” experimentada en el consumo farmacéutico a raíz de la reforma sanitaria y la implementación temporal de otras medidas, como el euro por receta. Así lo aseguran los economistas Rosa Urbanos y Jaume Puig-Junoy, autores del trabajo ‘Políticas de austeridad y cambios en las pautas de uso de los servicios sanitarios’, incluido en el Informe Sespas 2014.

Ambos expertos creen necesario evaluar la potencial disminución del consumo excesivo atribuible a la gratuidad y su impacto sobre la adherencia a los tratamientos, el acceso a tratamientos necesarios y efectivos, y en definitiva sobre la salud, y tomar las medidas oportundas, ya que a su juicio, “una agenda de reforma ordenada no puede huir de definir mejor el papel de las aportaciones de los usuarios en el SNS”.

El trabajo señala que “si no se desea que el copago se convierta en un impuesto sobre la enfermedad, debe tener un papel recaudatorio limitado”. Siempre es preferible, recuerdan los autores, un copago evitable y basado en criterios de efectividad a un copago lineal y obligatorio. Si el copago es obligatorio, lo óptimo es que sea de importe reducido para todos, que se acumule la cifra total que paga un paciente con un límite máximo de aportación (Suecia) o un porcentaje de la renta (Alemania), y excluyendo a enfermos crónicos y personas sin capacidad económica (o reduciendo mucho su importe en estos casos). “El coste de no tomar medicinas efectivas, por ejemplo, tras un infarto, es demasiado alto como para disuadir aún más a los pacientes imponiendo grandes copagos”, concluyen.