Alberto Cornejo Madrid | viernes, 26 de junio de 2015 h |

Pregunta. Lo primero de todo, aclaro: ningún periodista ha sido lastimado en la realización de esta fotografía. Solo quería comprobar ante un ex judoka que, quien tuvo, retuvo.

Respuesta. Hace ya casi 40 años que lo aparqué, pero quien ha sido judoka siempre lo será. Como los toreros, aunque se retiren, o los padres. Siempre llevaré este deporte muy dentro. La farmacia hizo que se perdiese una gran figura. Con 13 años ya competía con gente de 28. Y con solo 15 fui tercero de Andalucía de todos los pesos.

P. “Métete con los de tu edad”. Mejor no decírtelo por entonces, imagino.

R. Como mucho me decían que me metiese con los de más edad aún.

P. Carmen Peña suele recordar que los boticarios son los ‘boinas verdes’ de la profesión. Tú puedes decirme cómo son los genuinos, ¿no?

R. Así es. Durante mi etapa como profesor en la Universidad de Granada les di clases de defensa personal. Recuerdo que practicábamos con cuchillos de goma… ¡Y ellos me pedían hacerlo con cuchillos de verdad! Eran unos fieras.

P. El judo se empapa de la filosofía oriental. Si hay un sector que conviene tomárselo con filosofía, oriental o no, ese es el farmacéutico.

R. ¡Y tanto! En el entrenamiento del judo hay que dar igual importancia a lo físico y a lo mental, para conseguir armonía y equilibrio, dos aspectos también claves en el sector. Además, los judokas tienen una gran capacidad de sufrimiento y de saber estar en permanente defensa.

P. Creía que el judoka Leandro y el licenciado Martínez solo se parecerían en el blanco… Del judogi y la bata.

R. Son la misma persona, porque la armonía y el equilibrio tengo que practicarlo todos los días en mi farmacia y como presidente. Esto también podría sugerir que he evolucionado poco.

P. Al tatami. ¿Hansoku-make (descalificación) para quién?

R. Para los que no siguen las normas de competición, como el comercio inverso. El resto sí asumimos las reglas del juego, y otra de las cosas que enseña esta disciplina es a ser respetuosos con el contrario que compite en igualdad.

P. Respecto a tu otra afición, la historia de Málaga en la segunda mitad del siglo XIX… ¿De dónde viene?

R. En la vida siempre hay una parte de casualidad, y es lo que ocurre con esta afición. Hace 30 años cayó en mis manos un libro que hablaba de una Málaga que desconocía. La industrial, la de malagueños célebres que iban más allá de Picasso y Marisol. La de los Heredia, Loring, Larios… Y me fui sumergiendo más en esa época. Ellos pusieron a esta ciudad en lo más alto de la economía española.

P. Ya que estamos en clave económica con un malagueño, ¿la Farmacia sigue estando ‘boquerón’?

R. Sí, ¿cómo no va a estarlo siendo, desde hace años, la pata de la mesa que más soporta el peso del sistema sanitario?

P. Eso sí, no parece que, finalmente, se vaya a pasar de ‘Málaga a Malagón’.

R. Yo soy positivo y coherente en mi vida. Por eso siempre pienso en el posible ‘Malagón’, pero creyendo que no llegará.

P. Pasamos de la segunda mitad del siglo XIX a la segunda mitad del siglo I de Cofarán que ahora se inicia. ¿Qué esperas para los siguientes 50 años?

R. Pensando en mí, espero poder verlo. Tendría 113 años y quizá lo que habría que celebrar es mi longevidad. Pensando como presidente, espero que se siga acertando con las políticas estratégicas de la cooperativa como hasta ahora.

P. Aquí no hay tarta, pero sí posibilidad de deseo. ¿Y que cumpla muchos más?

R. Sí. Y, puestos a pedir, que los cumpla como este año, en el que ha sido la cooperativa que más ha crecido.

Para las siguientes líneas, cuesta decidirse entre el currículum profesional de Leandro Martínez (Málaga, 1952)… O el de anécdotas. Vamos con el primero: presidente de Cofarán (que celebra 50 años) y la ‘patronal’ cooperativista Asecofarma, tesorero de Fedifar, consejero de Acofarma… Y quién sabe si ya candidato a esa lista de malagueños célebres de los que tanto se ‘empapa’.