| viernes, 18 de febrero de 2011 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

En el gasto farmacéutico en España hay una serie de cuestiones que se dan por sentadas, por ejemplo, que el gasto en recetas es excesivo porque representa un 20 por ciento del gasto sanitario público total, mientras que en Francia, Italia o Reino Unido ese porcentaje es más bajo. El problema es que esa no es una única perspectiva de la cuestión. En nuestro país se han aplicado todas las medidas de contención de gasto farmacéutico que se les han ocurrido a los sucesivos responsables de la política farmacéutica (listas negativas, precios de referencia, rebajas de precios y márgenes, transferencias de rendimiento por encima de un límite establecido) y se ha conseguido frenar el incremento del gasto a costa del sacrificio de los agentes del sector, pero no se ha logrado reducir el número de recetas dispensadas.

En ese caso, lo oportuno sería decir que lo excesivo en España no es el gasto (los precios de los medicamentos se encuentran en la banda baja de la Unión Europea), sino que lo excesivo es el consumo. Es decir, el número de recetas prescritas, pero esa es una interpretación que apenas de oye y sobre la que, desde luego, no se ha aplicado ninguna medida correctora. Podría pensarse que esa prescripción excesiva es una forma de paliar otras deficiencias del Sistema Nacional de Salud como las listas de espera, pero tampoco se hace, y también se comenta poco que el gasto sanitario público per capita es de los más bajos de Europa y que, además, hay diferencias entre comunidades autónomas de casi un tercio en este mismo año.

En pocas palabras, cuando se habla de gasto farmacéutico en España, se utiliza siempre el mismo argumento de porcentaje sobre el gasto sanitario total y no se va más allá. Es lo mismo que el creacionismo aplicado a la biología, aunque el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) ofreció una explicación evolutiva hace 152 años en El origen de las especies, sustentada en pruebas, ha costado que esa explicación sea aceptada y todavía hoy es discutida en algunas partes de los Estados Unidos o. por ejemplo, en los países musulmanes.