| viernes, 29 de octubre de 2010 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

El cantautor Joaquín Sabina reflejó en Pongamos que hablo de Madrid (1980) un retrato ácido de una ciudad a la que estoy seguro que en el fondo ama. Hablar de Madrid viene hoy al caso de este rincón de palabras por haber sido testigo de un desencanto. El farmacéutico de mi calle me invitó el otro día a unas cañas. Cuando llegamos al bar había tres boticarios más, una encerrona inocente para contarle al periodista sus tribulaciones. Tuve que convencerles de que no me molestaba en absoluto su maniobra. Yo, como cualquiera de mis colegas, estoy encantado de que me cuenten cosas para poder volver a contarlas otra vez.

Estaban muy preocupados. Al mal año de recortes y requisas de la Administración se une ahora la actualización del convenio colectivo para oficinas de farmacia. Ellos forman parte del colectivo, que siguiendo las indicaciones de Adefarma y Fenofar, no actualizaron el convenio que hace tres años y medio suscribió FEFE con los sindicatos, pero que fue recurrido por Fenofar en los tribunales y fue anulado. Como es conocido, un gran número de farmacias aplicó el convenio recurrido en concepto de entregas a cuenta, pero Éste no era su caso. Ahora, cuando Fenofar ha conseguido acreditar su derecho a sentarse en la mesa negociadora, resulta que ha terminado aceptando el convenio que en su día suscribió FEFE sin modificar una coma.

Mis contertulios ahora tienen que actualizar las retribuciones de sus empleados, unos desembolsos muy importantes en un ejercicio que ha sido muy malo para las farmacias. “Para este viaje, no se necesitaban alforjas”, aseguraron los farmacéuticos allí reunidos. Su enfado con Adefarma no terminaba ahí. Según contaron, la empresarial está arremetiendo contra el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid por no estar presente en la negociación del concierto con la Consejería de Sanidad madrileña. “No sé a qué viene esa postura, me consta que en el nuevo concierto con la Comunidad de Madrid se han movido muchísimas comas, a pesar de lo delicado de la situación económica, y si Adefarma cuando se sienta en una mesa al final no hace nada, lo mejor es que se calle”, me explicó uno de ellos.