| viernes, 22 de julio de 2011 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

Estaba ordenando viejas cintas de casete y me doy de bruces con “Nada nuevo bajo el sol”, una canción de Víctor Manuel del 2001, que aquel año escuché repetidas veces. La reproduzco de nuevo. Un rato después, ya en otras ocupaciones, no me abandona el estribillo: “…nada nuevo bajo el sol, no hay ninguna novedad…”, y me entra la curiosidad de comprobar que temas de actualidad farmacéutica escribía yo en aquellas fechas. No puedo decir que me sorprenda, pero me llama la atención la gran similitud, aplicadas las correspondientes reservas, con la situación actual.

“Nada nuevo bajo el sol, no hay ninguna novedad”, no me lo puedo quitar de la cabeza, mientras releo mis propios escritos de julio, agosto y septiembre de 2001: “El Ministerio de Sanidad rebaja un 15 por ciento los precios de referencia de cinco principios activos (ciprofloxacino, omeprazol, atenolol, famotidina y enalapril)”; “El consejero de Salud de Andalucía acuerda con los farmacéuticos la dispensación por principio activo”; “El acuerdo de financiación autonómica es insuficiente y reaparece el fantasma del copago en la sanidad”; “Se inician las negociaciones para un pacto de estabilidad en el gasto farmacéutico”… ¡Caramba!, pienso, que poco hemos avanzado. Estamos prácticamente en el mismo punto, con una financiación sanitaria insuficiente y un recorte del gasto farmacéutico como casi única alternativa.

Han pasado once años, varios ministros de Sanidad del PP y del PSOE, decenas de consejeros de Salud autonómicos y nada nuevo. Los responsables del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos, de la empresarial de oficinas de farmacia, FEFE, de la distribución, Fedifar, y de la industria innovadora, Farmaindustria, también son otros, pero como entonces no consiguen traspasar los límites estrictos del sector, y el problema y los agobios se quedan dentro del mismo, como entonces.

Si las cosas no cambian, o cambian poco a poco hacia peor, y siguen enquistadas opciones y decisiones, parece evidente que se necesita un fuerte revulsivo. Ahora bien, vista la incapacidad de los actores sanitarios para modificar la realidad, considero que puede darse prácticamente por descontado que ese motor del cambio vendrá de fuera de la sanidad. Si eso es así, predecir cuándo y cómo es, a mi juicio, sumamente complicado.