Pablo Martínez
Periodista e historiador
La batalla de las Termópilas (año 480 antes de Cristo) es uno de los mitos de resistencia en la historia. Una batalla en la que un ejército de espartanos se enfrentó en un estrecho paso a una fuerza más de mil veces superior de persas, hasta sucumbir. A pesar de ser derrotados, la decidida voluntad de no rendirse de los espartanos retrasó el avance de los persas, lo que supuso, en definitiva, el fracaso de sus planes de invasión.
La falta de rentabilidad de algunas farmacias rurales de Extremadura y Andalucía ha llevado a plantear la opción de convertirlas en botiquines. Al esforzado farmacéutico o farmacéutica, que al igual que los espartanos de las Termópilas está resistiendo hasta la extenuación, no puede reprochársele absolutamente nada. Al revés, lo que hay que hay que hacer es reconocer y agradecer el esfuerzo y el dinero que estos farmacéuticos andaluces y extremeños han dedicado a proporcionar servicios farmacéuticos de calidad a poblaciones exiguas.
Pero fuera de esos protagonistas heroicos hay que pedir cuentas a algunos agentes que se han rendido antes que ellos. Si presumimos del modelo español de farmacia por su accesibilidad y equidad, no hay que ceder terreno y dejar que ninguna farmacia se convierta en botiquín, porque ello implica, querámoslo o no, una pérdida de calidad.
Hay agentes de la cadena del medicamento, como la distribución cooperativa, que sí están haciendo un esfuerzo solidario por las farmacias rurales, pero no puede decirse lo mismo de los colegios profesionales, que no están dando la batalla política necesaria para sostener las farmacias que ahora están en tránsito de convertirse en botiquines.
A ellos corresponde exigir a los ayuntamientos y comunidades autónomas que colaboren en el mantenimiento de farmacias, en la misma medida que se subvencionan transportes y repetidores de televisión para evitar que los habitantes de las zonas más despobladas se conviertan en ciudadanos de segunda o tercera categoría. He conocido a muchos alcaldes que han peleado como jabatos por servicios para sus ciudadanos. La farmacia del pueblo también tiene que ser esencial.