| domingo, 15 de febrero de 2009 h |

Pablo Martínez

Periodista e historiador

Durante mi juventud practicaba la escalada. Eran muy frecuentes las reprobaciones de familiares y amigos que, con su mejor voluntad, trataban de disuadirme advirtiéndome sobre los elevados niveles de riesgo de este deporte. En esas ocasiones siempre utilizaba los mismos argumentos. Me había aprendido las estadísticas de accidentes deportivos y tan pronto como me hablaban sobre lo peligroso que era andar imitando a las arañas, yo les sacaba a relucir que por cada cien accidentes mortales entre ciclistas había uno entre escaladores.

La razón, explicaba, es bien sencilla. Escalar es tan evidentemente arriesgado que se toman todas las precauciones posibles: casco, cuerda, clavijas… Y se avanza tratando asegurar cada tramo. Hay muy pocos factores que no puedas controlar. Precisamente, uno de ellos sería un cambio brusco de las condiciones atmosféricas, que suele ser uno de los causantes habituales de accidentes en alta montaña.

El ciclismo, por el contrario, es un deporte que cuando se practica en carretera resulta tremendamente vulnerable a factores que no dependen del ciclista. La mayoría de los atropellos, por ejemplo, se producen en rectas con buena visibilidad. El ciclista es ajeno a las distracciones o falta de sensibilidad de los conductores de vehículos con motor.

La idea que me rondaba para escribir este artículo era, ante el caos provocado por la Orden de Precios de Referencia y Precios Menores, hablar de lo incompresible que resulta que una norma de rango nacional, dictada por el Ministerio de Sanidad y Consumo, pueda tener efectos distintos según cada comunidad autónoma. Inicialmente pensé en bingos y loterías, pero después lo deseche. Los farmacéuticos no están voluntariamente practicando ningún juego de azar. Es más, con el escenario de dificultades en el que se desenvuelven, los imagino tomando las precauciones de un escalador. El problema es que las variables que no controlan se están multiplicando. Es decir, cada vez están más cerca de la figura del ciclista y ello, recordemos, sí que es verdaderamente peligroso.