| viernes, 03 de septiembre de 2010 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

La situación está muy complicada en el sector farmacéutico, e incluso todo parece ir a peor. Un durísimo escenario económico fruto de los reales decretos leyes destinados a reducir el déficit público, crónica insuficiencia de la financiación sanitaria y, para colmo, un calendario electoral de comicios autonómicos más generales en un plazo relativamente corto que, a la parálisis en decisiones impopulares que ya de por sí supone, ha añadido la concurrencia de la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, inicialmente para lograr ser designada candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid por su partido.

Con estas premisas sobre la mesa, podemos estar seguros de que nada se va a mover en los próximos meses. Ni copago como elemento de ordenación del gasto, ni pase a medicamentos publicitarios de algunas presentaciones financiadas, ni ninguna otra modificación de las sugeridas por los expertos, incluido el siempre malogrado Pacto por la Sanidad. Así, considero que habrá que aguantar el aguacero.

En este punto es en el que un darwinista social, Matt Ridley, doctor en Zoología por la Universidad de Oxford pero con una trayectoria profesional dedicada al periodismo científico, aporta un poco de luz y de esperanza a la sensación generalizada de crisis y colapso que padecemos. Su último libro, El optimista racional, cómo evoluciona la prosperidad, todavía pendiente de traducción al castellano, nos aporta las claves del progreso humano y nos lo explica describiendo la vida sexual de las ideas.

El progreso de la humanidad, única especie que ha conseguido incrementar sus recursos con aumento de población, se debe a la creatividad generada por el intercambio permanente de ideas, que han ido encontrando nuevas soluciones. Este autor nos recuerda que el intercambio (el comercio) se inició en el Paleolítico antes que la agricultura, y que ello ha sido el motor de la división del trabajo y de la especialización. En pocas palabras, si se sigue el razonamiento de este autor, no es hora de resignarse ni de esconderse ante el aludido aguacero, hay que inventar la manera de avanzar bajo el mismo.