| viernes, 02 de septiembre de 2011 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

Los recortes farmacéuticos del Real Decreto-ley 9/2011 responden a una iniciativa del Gobierno que fue presentada en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS) el 21 julio, sin rechazo por parte de los consejeros de Sanidad, y que 23 de agosto fueron ratificados por el Congreso de los Diputados gracias a los votos del PSOE y la abstención de PP, CiU, PNV, CC y UPN. Es decir, todas las formaciones con responsabilidades gubernamentales, centrales o autonómicas, han hecho posible esos recortes pensando en el corto plazo, y ninguno de ellos ha valorado o alzado la voz para advertir el desmoronamiento en que dejaban al sector farmacéutico.

La primera conclusión es que este sector no tiene a nadie que defienda sus intereses y que su capacidad como lobby es inexistente. Sería una anécdota más si tenemos en cuenta el escaso peso de los votos que pueden aportar los ciudadanos relacionados directamente con la industria farmacéutica, la distribución y las oficinas de farmacia. Ocurre, no obstante, que esos políticos, que han ignorado las consecuencias para el sector farmacéutico de las decisiones que han adoptado, cuando se encuentran en foros farmacéuticos entonan cantos tan engañosos como los de las sirenas que tentaban a Ulises en la Odisea. Soy testigo de palabras de Ana Pastor (PP) o José Martínez Olmos (PSOE), por limitarnos a los dos principales partidos, en las que elogiaban al sector farmacéutico, señalaban que la política farmacéutica tenía que ser integral, estable y previsible e, igualmente, subrayaban que la sostenibilidad del SNS dependía de un Pacto por la Sanidad. Hablando unos y otros del pacto y ratificando que había sido imposible por posiciones irreconciliables.

Comprendan mi perplejidad cuando ahora, por el interés general, PSOE y PP se han puesto de acuerdo para reformar la Constitución en una semana. ¿No es la viabilidad y sostenibilidad del SNS una cuestión de interés general? La verdad es que ignoro si lo consideran así. Lo que me ha quedado claro es que la clase política española muestra un profundo desafecto por el sector farmacéutico, no lo estiman y les deja indiferente lo que pueda sucederle.