| viernes, 18 de junio de 2010 h |

Pablo Martínez, periodista e historiador

Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas, que estas cosas no duran toda la vida”, le dice Tránsito Ariza a su hijo Florentino, en uno de los brotes de ansiedad que el chico padece, que no queda claro si se deben a la enfermedad del cólera o por el amor. Así recoge Gabriel García Márquez en su novela El amor en los tiempos del cólera el paradigma del héroe paciente, del eterno enamorado que puede conservar intacto el objeto de su afecto por más que sufra traspiés y se multipliquen las dificultades. Esa imagen del enamorado fiel y a prueba de toda adversidad, que puede ser también del enamorado de su profesión, me la ha sugerido la noticia del acuerdo de colaboración suscrito entre el Defensor del Paciente de la Comunidad de Madrid y el Colegio Oficial de Farmacéuticos de esta provincia para el desarrollo de actividades comunes relacionadas con el uso de los medicamentos por parte de los pacientes.

Con la que está cayendo, con lo que están sufriendo con los sucesivos expolios, y a los farmacéuticos madrileños les queda ánimo y entusiasmo para comprometerse aún más en su razón de ser, que no es el precio de los medicamentos y sus distintos descuentos, sino la utilización que los pacientes hacen de dichos medicamentos. La primera actuación, fruto de dicho acuerdo, va a ser intentar enseñar a los pacientes el significado de los símbolos y siglas que figuran en el cartonaje de los medicamentos, lo que parece un paso importante para mejorar la información y el uso, pero hay más.

Las quejas y reclamaciones de los pacientes hasta ahora se han centrado, casi exclusivamente, en la atención hospitalaria, como consecuencia de las listas de espera y puntualmente de los errores médicos. Pactar con el Defensor del Paciente es llamar la atención, atraer a los desairados y proporcionarles un cauce. Ésa, sin duda, es una lectura, pero también puede entenderse como un autoestímulo nacido del compromiso para dejar patente ese amor de los farmacéuticos madrileños por la profesión, aunque sea una profesión que se sufra.