| viernes, 06 de mayo de 2011 h |

Marta Ciércoles , es periodista del diario ‘Avui’

Acostumbrados ya a ver batas blancas y pancartas a diario en las puertas de los hospitales o cortando las principales vías de las ciudades, en Cataluña, hablar de recortes sanitarios se ha convertido a estas alturas en algo tan recurrente como la crisis, el paro, o el maratón de partidos Barça-Madrid con culebrón incluido. Nunca como ahora el debate del futuro de la sanidad pública había estado tan vivo en las calles. Los ciudadanos empiezan a temer que la época dorada de la sanidad pública pronto será historia, mientras no pasa un día en que los medios de comunicación locales no traten el tema de los recortes y sus consecuencias (cierre de plantas de hospitalización y de quirófanos, amenazas de despidos, listas de espera más largas….). La cosa está que arde y no hay para menos. Y si esto mismo todavía no está ocurriendo en el resto de comunidades de España, paciencia. Solamente habrá que esperar a que pase el 22-M, la fecha marcadas para comicios autonómicos y municipales. Los truenos sonarán por todas partes.

Que la sanidad pública rebosa deudas y déficit, lo sabemos todos desde hace tiempo. Hasta aquí, nada nuevo. Pero la espectacular pérdida de ingresos en las arcas públicas y, sobre todo, la falta de crédito (aquí ya nadie puede endeudarse como en los buenos tiempos) dibuja un panorama inédito hasta ahora. Nadie pone en duda que la situación es delicada, pero lo mínimo que se merecen los ciudadanos son mensajes coherentes y actuaciones responsables por parte de los que gobiernan y también de la oposición. ¿Cómo puede ser que, en Cataluña, el gobierno insista en que si no se reduce un 10 por ciento el gasto sanitario, el sistema se hunde, mientras los partidos que abandonaron la Generalitat hace menos de medio año defienden que no es necesario recorte alguno a pesar de la situación financiera? ¿Y cómo se entiende que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero critique las medidas de ajuste catalanas cuando son ellos mismos los que exigen a las autonomías una contención del gasto draconiana? Más allá de lo ideológico, pienso que aquí hay demasiadas cosas que no encajan.

Utilizar un servicio público básico como la sanidad como arma arrojadiza ante la proximidad de una cita electoral no deja de ser lamentable aunque sorprenda poco o, visto lo visto, más bien nada. Los ciudadanos se merecen algo mucho mejor. Por ejemplo, se merecen un esfuerzo conjunto de todos los partidos políticos para llegar a pactos y compromisos con el objetivo de blindar la sanidad. Está en juego la salud de millones de ciudadanos, la viabilidad de un sistema público envidiable y el futuro de centenares de trabajadores y de profesionales con un nivel de formación excelente que no podemos permitirnos el lujo de perder.