| viernes, 02 de julio de 2010 h |

Marta Ciércoles es periodista del diario ‘Avui’

Sí, por fin parece que en este país estamos un poco más cerca de disfrutar de una ley del tabaco digna de una sociedad civilizada, en lugar de seguir sufriendo la normativa descafeinada que día tras día se incumple desde hace más de cuatro años. Por fin se impone el sentido común y se reconoce algo más que obvio a estas alturas: la necesidad de hacer de la defensa de la salud pública una prioridad. Esa prioridad que absurdamente se sacrificó con la ley de 2005 y que, tras las congratulaciones de unos y los reveses de otros, fue sustituida por la urgencia de contentar a unos sectores económicos supuestamente perjudicados por el cambio legal.

Y digo supuestamente, porque los argumentos utilizados entonces me parecen tan poco sólidos como los que vuelven a esgrimir ahora los que se oponen a la reforma de la ley. Pensar que la prohibición total del consumo de tabaco en espacios públicos cerrados va a ahuyentar en masa a los ciudadanos de los bares, restaurantes, cafeterías y salas de fiestas del país es tan absurdo como pensar que ahora mismo el placer de fumar es el único motivo que tienen en este país miles de personas cada día para salir a cenar, a divertirse o a charlar con los amigos.

Pero es que, además, si resulta que la mayoría de la población es no fumadora —aunque, eso sí, muchísimos ciudadanos se vean obligados a ser fumadores pasivos a la fuerza—, por pura lógica también deben serlo la mayoría de los clientes de los establecimientos de restauración, ¿no creen? Si no fuera así, cosa que sinceramente dudo, quizá sea el momento de explotar un nuevo filón de negocio a pesar de la crisis. Seguro que a los no fumadores también les gusta disfrutar de un café, de un buen plato e, incluso, de alguna que otra copa el viernes por la noche en un local sin humo.

Frente a tanto despropósito, sólo cabe pedir valentía y sentido común a nuestros legisladores para que no vuelvan a regalarnos una ley como la actual, que está plagada de incoherencias y que considero que fue especialmente diseñada para ser incumplida. Quizá esperar un acuerdo a favor de la salud pública es mucho pedir en unos momentos en que dar apoyo a una proposición del partido en el Gobierno es sinónimo de debilidad.

Pero, sin embargo, la cuestión es demasiado seria y estimo que no debe haber lugar para más excepciones. Más allá de los temores infundados, es una oportunidad para velar por la salud de todos nosotros y, sobre todo, para transmitir un mensaje bien claro a nuestros niños y jóvenes. Un mensaje tan simple como decirles que lo normal es no fumar. Es lo más habitual y, además, lo más saludable.