| viernes, 22 de octubre de 2010 h |

Marta Ciércoles es periodista del diario ‘Avui’

Cada año, por estas fechas, los expertos en VIH/sida nos hacen llegar el mismo mensaje de alerta: el 40 por ciento de las nuevas infecciones se siguen detectando demasiado tarde, cuando el proceso ya se encuentra en una fase relativamente avanzada, han aparecido enfermedades oportunistas y la eficacia del tratamiento es mucho menor. Coincidiendo con la celebración del Día de la Prueba del VIH, una cita que recuerda a los ciudadanos la necesidad de someterse al test si se han mantenido conductas de riesgo, el secretario del Plan Nacional sobre el Sida, Tomás Hernández, nos ha recordado que de los 150.000 seropositivos que se estima hay en España, un tercio, entre 40.000 y 50.000 personas, desconoce que son portadores del VIH. No por conocida, esta cifra me parece menos escandalosamente preocupante. Primero, porque refleja que todavía hoy el VIH/sida es motivo de estigmatización, algo que ocultar o, peor aun, que ignorar. Segundo, porque confirma un hecho del que médicos y activistas llevan años alertando: todos hemos bajado la guardia frente al VIH y hemos relativizado la gravedad de la infección y de lo que significa una vida ligada a un tratamiento eficaz pero con una larga lista de efectos secundarios.

Y todavía hay un tercer motivo de preocupación, consecuencia de los dos anteriores: el hecho de que 40.000 personas, ignorantes de su estado, se conviertan, fruto de su inmensa e imperdonable inconsciencia, en potenciales transmisores del VIH. Y digo imperdonable porque, según los datos del Plan Nacional sobre el Sida, el 75 por ciento de las personas que dieron positivo en la prueba del VIH durante 2009 ya se había sometido con anterioridad a otros test, con resultado negativo. Así pues, las conductas de riesgo se repiten y los mensajes sobre precaución caen en saco roto.

Demasiadas cosas están fallando. En buena medida porque, a estas alturas de la película, todavía hay muchas personas que vinculan el VIH a colectivos determinados. Mientras tanto, los datos más recientes facilitados por el Departamento de Salud de Cataluña indican que la mayoría de casos en los que se ha producido un diagnóstico tardío de la infección corresponden a hombres heterosexuales mayores de 44 años. Ni homosexuales promiscuos, ni jóvenes descerebrados (y que me disculpen homosexuales y jóvenes por la alusión a unos tópicos que, evidentemente, no comparto).

Desde que explotó la epidemia del sida, en la década de los ochenta, muchas cosas, afortunadamente, han cambiado. Sobre todo, las posibilidades de tratamiento y de supervivencia. Pero hay prejuicios que se mantienen incrustados en nuestra conciencia colectiva y que dificultan avanzar de una forma tan esperanzadora como ya se ha hecho en el terreno científico y médico. Por suerte, existen algunas iniciativas, como la que llevan a cabo unas cuantas oficinas de farmacia de Cataluña y del País Vasco que realizan de forma gratuita y confidencial pruebas rápidas de detección del VIH y que espero contribuyan a normalizar las cosas un poquito más.