¿Diría lo mismo Bernat Soria sobre la posibilidad de permitir a la industria que
informe a los pacientes si hoy siguiera en el Ministerio de Sanidad? Seguramente, no
La gente cree que un ministro puede hacer cualquier cosa, pero nada más lejos de la realidad. Bernat Soria ya no es ministro, y sigue sin poder hacer todo lo que quiera, pero sí puede decir todo lo que piensa. O casi todo. Por muchas razones, el informe que lleva su apellido podría, por méritos propios, colocarse en una estantería junto a los de Miquel Vilardell o Fernando Abril Martorell. No deja de ser curioso, sin embargo, que el “Informe Soria”, que no duda en meterse en todos los charcos posibles, sólo se calle en el que es hoy el asunto más espinoso del SNS: la política farmacéutica.
Reconoce Soria que dos de los méritos de este informe son su independencia y su falta de academicismo. En estos factores radica precisamente la diferencia con respecto a otros estudios y documentos sobre el sector farmacéutico y el Sistema Nacional de Salud, así como la valentía a la hora de afrontar discursos aparentemente inamovibles hasta el momento: ¿diría lo mismo Soria sobre la posibilidad de permitir a la industria que informe a los pacientes si hoy siguiera en el Ministerio de Sanidad? Seguramente, no.
Precisamente, la misma valentía y la misma independencia hubieran sido deseables a la hora de afrontar lo acertado o desacertado de los ‘decretazos’. No ha sido así y ganó la lealtad, pero este punto no debe enturbiar el lugar que este trabajo se merece. Nació para tomarle el pulso a la sociedad, y es indiscutible el papel que el “Informe Soria” dedica a los pacientes. Muchas de las recomendaciones, si no todas, giran bajo el reconocimiento —a veces olvidado— de que ellos son el eje del sistema y de todas las decisiones. Y fueron ellos, de hecho, el germen del informe, al generar el primer texto que se puso a disposición del resto de colectivos.
¿Y ahora qué? El “Informe Soria” reclama a la Administración acometer las propuestas con la misma valentía con la que han sido redactadas. Igual que los de Abril Martorell y Vilardell. Pero como estos trabajos, el ex ministro no ha tenido en cuenta la única realidad de la que en última instancia depende esa pregunta. La de que los ministros, piensen lo que piensen, no pueden hacer cualquier cosa.