La revisión semestral de los precios menores, al obligar a cambios de código nacional, traslada a productores sin capacidad y a las farmacias la responsabilidad de mantener los tratamientos
| 2009-03-22T18:00:00+01:00 h |

Cuando no hay bien posible y es imperativo actuar, se debe escoger siempre el menor de los males. Es lo que dice, al menos, la teoría del mal menor, básica en Ética, que podría tener una traslación clara a la política farmacéutica de la revisión semestral de los precios menores que tendrá lugar el próximo mes de julio.

Fuera de lo establecido en la Orden de Precios de Referencia, que otorga un plazo de 15 días para permitir cambios de precio sin modificar el código nacional (CN), cualquier modificación del primero conllevará un cambio de su CN. Este hecho amenaza con graves consecuencias para la industria farmacéutica, las farmacias y los pacientes.

Los miles de cambios de códigos nacionales que previsiblemente solicitarán las compañías pueden suponer un colapso administrativo de graves consecuencias para todo el sector. Una vez entrado en vigor el nuevo listado de precios menores, las prescripciones por principio activo que se realicen tendrán que ser abastecidas por un reducido número de laboratorios de pequeño tamaño sin capacidad suficiente, hasta que todo el proceso administrativo y logístico de cambios de CN y envases haya tenido lugar.

Sanidad niega que se pueda producir desabastecimiento y con esta afirmación traslada implícitamente a las farmacias la responsabilidad de asegurar que los pacientes dispongan de sus tratamientos aunque sea dispensando a precios inferiores a los de adquisición, como sucederá, especialmente, con omeprazol.

Este grave problema se suma a la situación a la que se aboca a las compañías de genéricos, algunas de las cuales han retirado ya numerosas presentaciones de su vademécum por considerarlas imposibles de comercializar a los precios establecidos. Y es que el ahorro, estimado en un 0,4 por ciento de la factura, no compensa los costes sanitarios, económicos y sociales que la medida puede llevar aparejada.

Qué duda cabe que lo mejor habría sido hacer las cosas bien desde un principio. Así nadie tendría que verse obligado a preferir un mal, sólo porque la otra posibilidad lleva a una consecuencia mucho peor.