Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace? Esta frase, atribuida al economista John Keynes, venía a complementar otra famosa máxima suya: la de que un momento de expansión, y no de recesión, es el idóneo para la austeridad fiscal. Ahora que hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI), principal promotor de los recortes, alerta de los peligros de continuar esa tendencia para el estímulo del crecimiento, es imposible no vincular estas consideraciones de cara al futuro del sector farmacéutico.
Los datos del gasto farmacéutico de 2011 hablan por sí solos. El precio medio de las recetas está hoy en el mismo nivel de 2001. Pero desde entonces el IPC ha crecido un 36 por ciento. Además, en todo este tiempo el número de recetas ha subido un 68 por ciento, mientras que la población lo ha hecho solo en un 16,96, lo que permite mirar con cierta preocupación el historial que acumulan las recetas per capita, que han subido un 43 por ciento.
Que van a ser necesarias nuevas medidas de ajuste a todos los niveles es algo que nadie podría poner en duda. Lo importante es que, al hacerlo, se tengan en cuenta todos los datos. En el caso del gasto farmacéutico, hace unos años estaban justificadas las críticas a un modelo que crecía por encima de los dos dígitos y suponía, efectivamente, el 25 por ciento de los recursos sanitarios. Hoy la realidad no es esa y ningún responsable político debería seguir insistiendo en ellas.
El debate tiene que cambiar para afrontar el gasto farmacéutico como lo que siempre ha sido: un elemento que ha ayudado a sostener un sistema que no se ha caracterizado precisamente por invertir en Sanidad. El gasto farmacéutico, por sí solo, no puede ser nada si no se le compara con la inversión sanitaria. Desde esa perspectiva tampoco se pueden comparar sus cifras, por sí solas, con las de otros países sin decir que esos países invierten mucho más que España en Sanidad.
Ese es un debate sesgado que solo llevará a decisiones erróneas basadas en el precio. Decisiones que, volviendo a Keynes, podrían traer más problemas que soluciones: desinversiones, deslocalizaciones, despidos y congelaciones en I+D.