La industria farmacéutica afincada en España ha dado el paso que la sociedad le demanda. Se ha puesto al frente del cambio de modelo productivo, potenciando las virtudes que le caracterizan y mostrándose como ejemplo de lo que otros sectores deberían hacer. La inversión sin precedentes de 1.400 millones en tres años para evitar pérdidas en la masa laboral, lograr el impulso a la I+D y la apuesta por equilibrar la balanza comercial son, sin duda, las recetas que requiere el país en estos momentos.
El Gobierno, en boca del ministro de Sanidad, reclamó de la industria farmacéutica hace poco más de un mes un compromiso con el empleo y la innovación. Cuestión que ha sido sobradamente contestada con la oferta que presentó Farmaindustria la semana pasada.
Con esta propuesta, la industria farmacéutica demuestra, una vez más, que su apuesta por España es firme. No sólo en lo que es su actividad principal, desarrollar los mejores medicamentos y ponerlos a disposición de los ciudadanos, sino que es capaz de proponer un plan que beneficie a la economía, en estos momentos de dificultades, por tanto, a toda la sociedad.
El ministro Bernat Soria se ha comprometido a ofrecer estabilidad que, en numerosas ocasiones, hemos solicitado desde estas páginas y que, junto a la predictibilidad necesaria en un sector de ciclo largo, es imprescindible para realizar las inversiones que se reclaman al sector.
Está en juego un importante impulso para cambiar el modelo productivo español, centrándose en el conocimiento, el empleo cualificado y de calidad así como las exportaciones. Pero, al tiempo, las tensiones económicas a corto plazo pueden provocar que la estabilidad ofrecida se vea finalmente comprometida.
En caso de que, por esa falta de estabilidad, el mercado farmacéutico se contraiga. ¿A qué dará prioridad el Gobierno? ¿Al cambio de modelo productivo o al control del gasto? Hace falta conocer la respuesta para valorar la viabilidad de la propuesta.
La industria farmacéutica ha dado su paso. Un gran paso. Ahora hace falta que se le permita ejecutarlo. Y para ello, las cuentas deben cuadrar.
