El Real Decreto-ley 9/2011 dice en su preámbulo que las medidas que estaban adoptando algunas comunidades autónomas podrían crear “situaciones de desigualdad en la prestación farmacéutica, incluso atentar contra la equidad del Sistema Nacional de Salud y contra las competencias que, en esta materia, ostenta el Gobierno de España”. Por ello, uno de los objetivos que se marcó era homogeneizar la prestación farmacéutica. Algo que no solo no ha ocurrido con las medidas que incluía el propio RDL sino que se han acrecentado las diferencias entre autonomías.
La simple observación de lo que ha ocurrido con la supuesta generalización de la prescripción por principio activo (PPA) es buena muestra de ello. Tal y como se vio en la conferencia organizada por EG e IMS Health, en la que se analizaba qué había ocurrido tras cien días de la PPA, se pudo observar que los caminos que han tomado las comunidades autónomas son diferentes entre sí. Algunos de ellos casi contrapuestos.
Pero esta cuestión no es la única que genera diferencias en la prestación farmacéutica a lo largo de todo el territorio español. La amenaza de las subastas andaluzas, el cataloguiño gallego y, ahora el euro por medicamento catalán no hacen más que crear graves diferencias entre los ciudadanos de unas regiones y otras, fraccionar el mercado nacional y obligar a los proveedores a incurrir en costes innecesarios para poder entender y afrontar las peculiaridades que se crean en cada una de las autonomías.
El último caso especialmente, el del euro por receta, pero también el cataloguiño y las subastas pueden crear graves conflictos en zonas limítrofes con otras autonomías. ¿Cómo se va a gestionar el hecho de que pacientes catalanes, que vivan próximos a Aragón o a Castellón no crucen la ‘frontera’ para evitarse pagar el euro que en su región les cobrarían?
La medida en sí, al igual que otros tipos de copagos nos parecen casi imprescindibles ante la situación económica en la que se encuentra el país y muy especialmente ante el diagnóstico de que el problema que tiene nuestra sanidad es la demanda. Pero la única manera de que las medidas sean realmente eficientes y que no creen desigualdades es que se tomen de manera centralizada y coordinada. Y no de forma centrífuga.