alberto cornejo Madrid | jueves, 31 de octubre de 2013 h |

El 29 de octubre de 2003, una botica de Sevilla dispensaba por primera vez la medicación prescrita a un paciente sin que presentase papel alguno. Había nacido la receta electrónica española. Otro 29 de octubre, pero en esta ocasión en 2013, más de veinte millones de pacientes de quince regiones (ver tabla) estuvieron invitados a conmemorar la primera década de vida de la e-receta, por su condición de beneficiarios de ella. Una ‘fiesta’ en la que no participaron los pacientes de La Rioja y Castilla y León, los únicos que todavía acuden a las boticas con las prescripciones en la mano.

Para algunos, como Cecilio Venegas, presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Badajoz, la primera década de vida de la e-receta española presenta “muchas más luces que sombras”. Otros tienen una valoración contraria, sin que ninguna parte quede exenta de razón. Y es que, si algo ha caracterizado la introducción de la e-receta en España es la disparidad en tiempos, formas y resultados. Por ejemplo, las luces son aportadas por regiones como Andalucía, Extremadura, Canarias o Baleares, pioneras en la implantación, hace ya varios años, de este sistema. En algunos casos, como Andalucía, sus farmacéuticos acaban de estrenar la versión 3.0 de su receta XXI, la cual destaca “por su robustez, facilidad en la comunicación con el médico y más herramientas integradas para el seguimiento farmacoterapéutico”, enumera Javier Tudela, presidente del COF de Málaga.

Pero sombras, como las meigas, haberlas, haylas. A la todavía ausencia de este sistema en algunas regiones se añade su lento despliegue en otras, así como diversos pasos en falso dados en estos años. Sirva la Comunidad de Madrid como ejemplo, donde se anunciaron sendos fallidos pilotajes en 2007 y 2009. Finalmente, ha sido en 2013 cuando sus boticas han empezado a trabajar con e-receta. También Castilla y León tuvo una primera experiencia infructífera en 2009 sin continuidad.

A la hora de repartir responsabilidades, conviene asimismo centrar las miradas en el Ministerio de Sanidad. En concreto, por su falta de liderazgo y el ‘papel mojado’ en el que han quedado convertidas normas como el Real Decreto-ley 9/2011, que reflejaba que la e-receta debía estar implantada y ser interoperable en todo el SNS “antes del 1 de enero de 2013”. No solo se ha incumplido este plazo sino que regiones como Madrid no vislumbran su total implantación antes de julio de 2014.

Evolución… ¿E involución?

Otra de las obligaciones que fijaba esa norma, como es la búsqueda de la interoperabilidad de los modelos autonómicos de e-receta, es el principal inconveniente a solucionar en el futuro. La ministra de Sanidad, Ana Mato, aludió recientemente a enero de 2015 como fecha en la que se convertirá en realidad este objetivo. Regiones como Baleares y Canarias se han ofrecido para asumir el pilotaje, que arrancará próximamente.

La evolución que supone este sistema sobre la receta papel en comodidad, uso responsable del medicamento (y, en consecuencia, reducción del gasto) y descongestión de listas de espera se convierte en involución en el acceso de los pacientes a sus prescripciones. Al menos, mientras no exista la interoperabilidad. Si hasta ahora un paciente podía retirar su medicación en cualquier botica nacional presentando su receta física, la no conexión de los modelos autonómicos limita esta adquisición a las farmacias de su región.

Hay más detalles que confirman la montaña rusa en la que viaja la e-receta española. Un viaje en el que no se espera a los rezagados. El 17 de octubre, la misma farmacia sevillana que realizó la primera dispensación electrónica nacional fue pionera en estrenar la e-receta europea (ver EG núm. 628). Aún así, el futuro inmediato avecina más paradas, como la puesta en marcha de la e-receta de Muface, que pilotará Extremadura.