| domingo, 07 de diciembre de 2008 h |

Santiago Quiroga

Las peculiaridades de nuestro sistema farmacéutico ocasionan que estemos frente a un caldo de cultivo propicio para que proliferen compañías de genéricos. Sin embargo, eso no beneficia al sector, que se ve inmerso en una situación comprometida por la falta de rentabilidad. Al bajo precio de los medicamentos —también los genéricos— se le suma la competencia por debajo de coste. Alguien pensará que es buena la competencia, pero es necesario matizar que no es buena a cualquier precio, y de eso se trata. En 2002 se identificó la espiral peligrosa de las bonificaciones para el sector, y tras limitarse aparecieron los descuentos. Es cierto que el liderazgo del sector de genéricos actual viene de esos tiempos en que una compañía se distanció —algunos dicen que de forma desleal— al resto del sector, ofreciendo a la farmacia lo que habían decidido todos no hacer. A corto plazo, está claro que las farmacias tienen la oportunidad de resarcirse de la pérdida de negocios que disminuyen, a costa de los descuentos de los genéricos. Pero esta situación no durará siempre (es, en cierto modo, una ‘burbuja’ si el sector no consigue equilibrar sus cuentas.

La burbuja de la que hablo es una elevada dispensación de genéricos que no se traduce en un valor de mercado paralelo. El precio o valor de los genéricos es la mitad que las unidades que se dispensan, pero eso son los datos a precio de lista.

En un escenario en el que continúen las ofertas de genéricos por debajo de costes, nos podemos encontrar con el cierre de operaciones o las fusiones, que ya se empiezan a entrever. En unos años tendremos muy pocas compañías de genéricos, y los descuentos desaparecerán sencillamente porque no serán necesarios. Se quedará en manos de unos pocos supervivientes el sector de los genéricos.

El farmacéutico debe seguir tomando ventaja de un beneficio a corto plazo, no sería lógico que fuera contra sus intereses, pero es necesario asumir que esa ventaja desaparecerá por completo en breve, y hay que estar preparado.

En Francia el Estado ya intervino limitando los descuentos, en una medida que pretendía no estrangular al mercado de genéricos. En España, de momento, se prefiere dejar que esto siga así. Los descuentos estimulan la venta directa a la farmacia, ya que así se ahorra el margen de la distribución farmacéutica. Pero es algo que también mina la necesaria supervivencia de nuestro modelo.

La ‘burbuja’ nos hace creer que España posee un sector de genéricos pujante. Con el beneficio de la farmacia con los descuentos —a los que no tiene por qué renunciar—, como hemos visto, hace más irreal el sector. Cuando la burbuja estalle, el daño a la distribución estará hecho, la farmacia se quedará sin los descuentos y, en el camino, se habrá evaporado la sana y necesaria competencia.