Santiago de Quiroga
Acaba de cerrar una edición más de Infarma, el congreso del autocuidado y la parafarmacia, hermano del bienal de Madrid, que hizo de Barcelona el centro de la farmacia por unos días. Un primer balance es positivo, pero no debemos renunciar a aspectos mejorables. Se trataba del primer congreso de Jordi de Dalmases, presidente del COFB, colegio que soporta el peso de un congreso en el que Anefp cuenta poco. En el lado positivo, aguantar el tirón de la crisis (la organización hablaba de más de 200 expositores) y conseguir atraer al cada vez más variado sector de servicios y apoyo a la farmacia.
En el lado mejorable, una obsesiva idea de prohibiciones que afectaban a los expositores, justificada por Daniel Sarto, director técnico de Infarma, en que “siempre se ha hecho así”. Si se va a ser rígido con algunos elementos de entretenimiento para los congresistas, seamos igual de rígidos en el acceso, donde madres con carritos y personas ávidas de parafarmacia irrumpían compitiendo con estudiantes en su caza voraz. Seamos “simétricos” en las exigencias.
La ausencia de grandes compañías de medicamentos sin receta obliga a una reflexión. Del mismo modo, no hubo una sesión relacionada con los “sin receta”, ya saben, los del consejo farmacéutico. Este olvido supone restar oportunidades que la farmacia no puede permitirse.