| viernes, 23 de septiembre de 2011 h |

Santiago de Quiroga

El RDL 9/2011 ha acabado con la batalla del poder de decisión sobre qué medicamentos tomarán los ciudadanos. Un poder que ha sufrido un movimiento de traslación desde el médico hasta el farmacéutico, gracias a la prescripción por principio activo (PPA). Al menos, alrededor del 40 por ciento del actual mercado en valores, se encuentra sin patente (haya genéricos o no). Este es el pastel que ahora es territorio exclusivo de la decisión del farmacéutico. Vienen buenos tiempos para la Atención Farmacéutica o el más amplio concepto del Collaborative Care.

El médico va a decidir el principio activo y el medicamento (ambos) solo cuando prescriba innovadores. Para aquellos no sometidos a patente, será el farmacéutico el que decidirá el medicamento a dispensar. Puesto que los medicamentos están sometidos a precios de referencia en estos casos, todos son igual de baratos, genéricos o de marca. Si no hay un beneficio económico o ventaja… ¿Por qué tanto interés en la PPA? Varias opiniones. Una es que sea la antesala de otras medidas basadas en precio o en listas reducidas, pero yo me inclino por la hipótesis más sencilla, basada en la ‘navaja de Ockham’: se quiere conseguir que la presión sobre el médico sea menos eficaz e intensa por parte de la industria.