José María López Alemany Director. División de Consultoría de Wecare-u. | viernes, 04 de julio de 2014 h |

Aunque hace ya catorce años que, según el calendario, se inició el siglo XXI, en el ámbito de la farmacia podríamos trasladar esa simbólica fecha hasta el pasado 3 de julio de 2014. Ese día ha sido cuando se ha concretado, mediante una propuesta técnica, el acuerdo suscrito entre el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF) rubricado el pasado mes de noviembre de 2013. Es cierto que los trece años anteriores, la farmacia ha vivido una época negra con múltiples medidas y situaciones que han hecho peligrar su integridad. Por poner algunos ejemplos: Real Decreto-ley 5/2000, reducciones de márgenes, salida de medicamentos de la farmacia, reducciones de precios, impagos, riesgos de liberalización, etc. han marcado estos últimos años. Pero ahora, a partir de este acuerdo, debería iniciarse una nueva etapa de esplendor para la farmacia en general y para la farmacia comunitaria, en particular.

La propuesta técnica que surge del acuerdo firmado por la ministra de Sanidad, Ana Mato, y la presidenta del Consejo General de Colegios oficiales de Farmacéuticos, Carmen Peña, sienta las bases de lo que tiene que ser el farmacéutico del futuro. Un farmacéutico comunitario integrado en el Sistema Nacional de Salud (SNS), con múltiples colaboraciones con el resto de profesionales que lo componen y con una doble misión muy relevante: mejorar la calidad asistencial de los pacientes, siendo partícipes de la sostenibilidad del sistema.

Pero la propuesta no solo avanza en las cuestiones concretas en las que el farmacéutico comunitario tiene que involucrarse en beneficio de los pacientes. Peña ha logrado del ministerio un pacto que garantiza la actual configuración de la red de farmacias y el modelo en sí, basado en la planificación y en la propiedad-titularidad del farmacéutico así como la concertación universal. Un logro basado en tres pilares básicos para la Farmacia, que debería alejar durante bastante tiempo los vientos liberalizadores que llegan desde Bruselas o, incluso, un poco más cerca.

Siendo muy relevante ese éxito, bajando a la arena del acuerdo, parece claro que el objetivo es incrementar el papel del farmacéutico en todo proceso en el que haya un medicamento, o se busque la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud. Esta implicación, que no resulta un cambio relevante para los farmacéuticos de hospital o de atención primaria, sí que será un giro radical para miles de farmacéuticos comunitarios. Un carro de cambio al que deberían subirse la gran mayoría de los profesionales.

Muchos son los deberes que hay que poner en marcha en los próximos tiempos. No obstante, los farmacéuticos deben ser conscientes de la necesidad que tiene hoy en día el SNS y, por ello, deberán priorizar todos aquéllos cambios que vayan en la línea de optimizar el uso de los recursos para avanzar simultáneamente en la mejoría de la salud de los pacientes y en la sostenibilidad del sistema. Todo ello sin olvidar el desarrollo profesional, con un amplio ámbito de mejora a través de la formación o la participación en las unidades de gestión clínica, que son otras oportunidades que se abren a este nuevo farmacéutico, el que debe regir el medicamento en el siglo XXI.

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