Uno de los objetivos de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) —enmarcado en el calendario de actuaciones del proyecto ODS ‘2023 +SOStenible’— es el de incorporar la perspectiva de sexo y género en salud, tanto en la atención sanitaria, en la investigación, como en las políticas sanitarias. Los determinantes biológicos y sociales condicionan no sólo los propios tratamientos, también las decisiones sobre los mismos.

El motivo de incluir sexo y género en la práctica cotidiana de la salud se debe primero a las propias diferencias biológicas, que tienen un impacto en salud y enfermedad entre sexos. Pero además la construcción social del sexo, es decir, el género, también incide en el desigual trato entre hombres y mujeres; circunstancia que se evidencia en comportamientos, valores y patrones distintos “que deberíamos tener en cuenta desde el momento de la investigación, diagnóstico y tratamiento”, expresa Lucía Artazcoz, directora del Observatorio de la Salud Pública de la Agencia de Salud Pública de Barcelona.

Una de las claves en la que inciden desde la SEFH es que incluir ambas perspectivas no beneficia sólo a las mujeres, también favorece a los hombres. Diferencias que se evidencian en lo biológico —patrones de salud y enfermedad, prevalencia, síntomas ante un mismo trastorno, respuesta al tratamiento y pronóstico—, como en lo social —conductas relacionadas con la salud, el uso de servicios sanitarios o en la propia respuesta de dichos servicios—. Entender el porqué ayudará a hacer una práctica profesional de más calidad que mejorará en los dos sexos, sostienen desde la Sociedad.

“Un esfuerzo desde las instituciones y profesiones sanitarias para que los objetivos en salud sean iguales para todos”

Olga Delgado, presidenta de la SEFH

Incorporar la perspectiva de sexo

La asistencia sanitaria se relaciona con el esfuerzo diagnóstico y terapéutico. Lucía comenta que las mujeres “están infrarrepresentadas” en investigación médica o ensayos para nuevos fármacos. Incluso en la fase preclínica los mamíferos utilizados son en su mayoría machos.

A pesar de ello, las diferencias farmacocinéticas y farmacodinámicas es desigual entre ambos sexos. Con una misma dosis las mujeres tienen más probabilidad de tener concentraciones más elevadas de fármaco en sangre, eliminarlo de manera más lenta o efectos adversos más frecuentes.

Para la directora aún no se conocen bien los mecanismos que hay detrás de las diferencias de sexo. Por ejemplo, en el caso de enfermedades cardiovasculares, donde la mayor parte de las guías para el abordaje de la hipertensión no consideran dicha perspectiva. Otra consideración expuesta por Lucía es que las mujeres son más dadas a tener enfermedades autoinmunes y los hombres enfermedades infecciosas.

Incorporar la perspectiva de género

Las normas de género determinan lo que se considera correcto para cada sexo, unos valores y actitudes que “sustentan desigualdades injustas y evitables”, comenta Lucía. A veces estas normas no son explícitas, pero igualmente determinan las “jerarquías de poder y privilegio, o el acceso a recursos” que van en contra de la salud.

Las desigualdades afectan en mayor medida a la mujer, pero la configuración de la identidad masculina tradicional también implica riesgos para la salud. “La imagen del hombre fuerte, valiente, se asocia a una mayor prevalencia de hábitos poco saludables o comportamientos más imprudentes”, admite Artazcoz. Los hombres suelen llegar más tarde a los servicios sanitarios, tienen menos adherencia a tratamientos crónicos o son más reticentes a la promoción de salud; todo ello se traduce en una menor esperanza de vida.

“Incorporar estas variables en nuestra práctica asistencial contribuirá a conseguir una prestación sanitaria equitativa y de calidad”

Rebeca Pelegrín, farmacéutica especialista del Hospital Sant Pau de Barcelona

Qué se debe hacer

Hay varias recomendaciones para mejorar la práctica asistencial. Lo principal es introducir la perspectiva de sexo y género en la investigación médica, formación y práctica clínica. “Un esfuerzo desde las instituciones y profesiones sanitarias para que los objetivos en salud sean iguales para todos”, defiende Olga Delgado, presidenta de la SEFH.

También es prioritario promover la visibilidad de los sesgos existentes hoy en día en el diagnóstico y tratamiento de determinadas enfermedades. Sexo y género, junto con el resto de determinantes sociales influyen en el estado de la salud. Por ello, “incorporar estas variables en nuestra práctica asistencial contribuirá indudablemente a conseguir una prestación sanitaria equitativa y de calidad”, concluye Rebeca Pelegrín, Farmacéutica Especialista del Hospital Sant Pau de Barcelona.


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