Disponer de innovación farmacológica para abordar el cáncer es crucial para frenar las cifras actuales de mortalidad que presenta España. En este aspecto, el papel de los farmacéuticos hospitalarios es indispensable de cara a seleccionar la terapia, monitorizar posibles efectos adversos, analizar interacciones farmacológicas, controlar y realizar un seguimiento, incrementar la adherencia y preparar productos finales.

La farmacoterapia del cáncer implica el empleo de fármacos capaces de impedir o limitar la proliferación y/o la diseminación de las células neoplásicas a través de diferentes mecanismos de acción. Al respecto, Fernando Gutiérrez Nicolás, jefe de la Unidad de Investigación del Hospital Universitario de Canarias, ha profundizado sobre la individualización del tratamiento antineoplásico en el marco de la V Jornada en Innovación Farmacia Oncológica. Esta ha sido organizada por el Servicio de Farmacia Hospitalaria del Hospital Universitario de Fuenlabrada junto con el proyecto InnovaHONCO, iniciativa impulsada por profesionales de dicho centro hospitalario para el bienestar de los pacientes con cáncer y sus familiares.

“El sistema tiene muy establecidos cuáles son los marcadores que hay que realizar para la personalización, sobre todo en este tratamiento, de alteraciones somáticas”, ha asegurado. De hecho, actualmente, en la cartera de servicios del hospital, más en concreto en farmacogenética germinal, disponen de marcadores como FG-g, DPYD, TS, UGT1A1, TPMT, NUDT15, CYP17A1 o HSD3B1. Con respecto a la farmacocinética, desarrollan una batería de fármacos como el Trastuzumab, Nivolumab, Pembrolizumab, Atezolizumab, Ramucirumab, Cetuximab, Bevacizumab, Daratumumab. Además, cuentan con moléculas como Imatinib, Metotrexate, Asparaginasa, Lenalidomida, Venetoclax, Ibrutib y TK1.

“Cuando se hace un desarrollo en el laboratorio tratamos de buscar cosas que técnicamente son sencillas para un biólogo molecular, pero que tienen una alta producción clínica. La efectividad está estrechamente relacionada con la dificultad”, ha recalcado Gutiérrez.

Conocer la patología antes de hacer farmacogenética

El estudio del modo en el que los genes de una persona afectan a cómo responde a los medicamentos, también conocido como farmacogenética, es una vertiente que ha tenido un crecimiento exponencial durante los últimos años. Si ponemos el foco en el tratamiento del cáncer, éste implica grandes toxicidades y, en muchos casos, está asociado a resistencias, lo que empeora notablemente el pronóstico de vida del paciente. Debido a esto, el estudio de la asociación entre variantes génicas y el metabolismo de los fármacos es importante para evitar estos fallos terapéuticos y poder optimizar la terapia a cada paciente.

“No se debe hacer farmacogenética hasta que no se haya conocido a fondo la patología”

“Todos los servicios de Farmacia intentamos hacer farmacogenética, pero no nos podemos olvidar de que es mucho más relevante validar un medicamento primero”, ha incidido el jefe de la Unidad de Investigación del Hospital Universitario de Canarias. Además, ha añadido que, para validar son indispensables las guías clínicas y que “no se debe hacer farmacogenética, a pesar de que sea algo muy llamativo, hasta que no se haya conocido a fondo la patología sobre la que se van a hacer recomendaciones y ajustes”.

Personalización farmacológica

Desde los servicios de Farmacia de los diferentes centros hospitalarios los profesionales son capaces de observar desde primera línea todo el tratamiento, también desde otras especialidades. “Es un servicio transversal que te permite tener una visión global”, ha afirmado Gutiérrez. Además, ha indicado que la evolución de la Farmacia oncológica siempre ha ido asociada a dos conceptos: la adaptación y la inflexión.

“Estamos a punto de tomar el control de la farmacogenética germinal en antineoplásicos”

De hecho, ha destacado que en la actualidad estamos en un punto de inflexión. “Estamos a punto de tomar el control de la farmacogenética germinal, a nivel general, y, más concretamente, en antineoplásicos”, ha asegurado. Esto es un escenario clave de cara a poder dar “el empujón final que faltaba a la personalización farmacológica del cáncer”, ha recalcado.

Con el trascurso de los años, la Farmacia ha pasado de trabajar para la mayoría a la minoría. “Hace años se estaba centrada en que la dosis y el etiquetado fueran los correctos, además de en otros aspectos como la seguridad o la asepsia, es decir, en corroborar que la preparación fuera la adecuada”, ha alegado Gutiérrez. Además, ha indicado que en 2010 hubo un punto de inflexión y empezaron a trabajar para los pacientes (hablar con el oncólogo sobre si un tratamiento va en una línea u otra, si un paciente es candidato o no…) y, a día de hoy, están enfocados en el paciente particular.

Adherencia y concentraciones plasmáticas

La falta de adherencia puede tener un impacto significativo en la respuesta, en la supervivencia libre de progresión y en la global. Diferentes estudios sitúan la adherencia con antineoplásicos orales entre tasas menores al 20 y el cien por cien, en función de los fármacos implicados y los métodos de medida utilizados. “Gracias a la adherencia intentamos imitar lo máximo posible lo que sucede en la fase III, teniendo en cuenta las otras fases”, ha alegado. En el caso de la I, se analiza la tolerancia máxima de la concentración, a mayor concentración más eficacia. En fase II, se confirma que esas dosis repiten esas concentraciones plasmáticas y, en la III, se corrobora que la mayoría de los pacientes responde correctamente al tratamiento.

“Lo realmente importante no es que el paciente sea adherente, sino que tenga unas concentraciones plasmáticas adecuadas”

“Con la adherencia lo que se buscan son concentraciones plasmáticas y ese es el salto que debemos hacer en los tratamientos antineoplásicos”, ha reivindicado. Además, ha recalcado que “se deben monitorizar las concentraciones, tanto por la adherencia como porque permiten controlar la toxicidad y la eficacia. Nos debemos centrar en que las concentraciones sean las óptimas en los tratamientos”. No obstante, ha reiterado que “lo realmente importante no es que el paciente sea adherente, sino que tenga unas concentraciones plasmáticas adecuadas”.

Para que los fármacos sean eficientes en el abordaje de la enfermedad tienen que estar dentro de un intervalo terapéutico concreto. En este aspecto, Gutiérrez se ha referido al tratamiento con Imatinib. “La bibliografía disponible revela que, por ejemplo, los pacientes que están en tratamiento con GIST junto con Imatinib requieren de unas concentraciones mínimas para funcionar; además de que la supervivencia es mayor en aquellos pacientes que están dentro de rango”, ha concluido.


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