La adherencia farmacológica ligada a las enfermedades mentales continúa siendo una de las asignaturas pendientes del Sistema Nacional de Salud (SNS). Pese a que, paulatinamente, se ha logrado mermar el estigma hacia estas patologías, propiciando un mejor abordaje de las mismas gracias al diagnóstico cada vez más precoz, estos pacientes presentan unos bajos datos de adherencia.

Para poner fin a esta situación, o al menos para mejorarla, el farmacéutico comunitario, en muchas ocasiones se convierte en la “mano amiga”. Su implicación tras el mostrador es indispensable, dado que el seguimiento farmacoterapéutico no solo permite detectar e intervenir en casos de mala adherencia terapéutica, sino que también actúa como herramienta de vigilancia de efectos adversos, de tratamientos que se extienden demasiado en el tiempo o, incluso, de la adecuación terapéutica o la polimedicación.

Tamara Peiró, coordinadora del departamento de Nodofarma Asistencial del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), afirma a EG que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene estimado que aproximadamente la mitad de los pacientes con enfermedades crónicas no son adherentes a sus tratamientos. De hecho, poniendo el foco sobre los problemas ligados a la salud mental, esta cifra puede alcanzar hasta el 75 por ciento en enfermedades psiquiátricas. Motivo de ello, la falta de adherencia se convierte así en el enemigo a batir para poder abordarlos con eficiencia.

El farmacéutico y la detección de problemas de salud mental

Según el último informe anual del Sistema Nacional de Salud (2022), en España más de un tercio de la población padece algún problema de salud mental, superando el 50 por ciento a partir de los 75 años. De hecho, su tendencia está a la alza, siendo uno de los problemas que más preocupa en la actualidad tanto a la Administración como a los propios profesionales sanitarios. En este aspecto, los farmacéuticos, como agentes centinelas de primera línea, pueden detectar tras el mostrador y de manera precoz el desarrollo de ciertos problemas de salud mental prestando atención a determinados signos y síntomas.

“Desde las oficinas de farmacia podemos observar con frecuencia síntomas de ansiedad como angustia, llanto fácil, falta de memoria, temblor en manos y excesiva preocupación por cualquier asunto de salud; o de depresión, como el llanto fácil, la falta de energía o la escasa motivación“, asegura la coordinadora del departamento de Nodofarma Asistencial del CGCOF. De hecho, indica que algunos de estos los signos están descritos en test validados como, por ejemplo, los cuestionarios de depresión y de ansiedad de Hamilton. Sin embargo, recalca que estos “no son instrumentos de diagnóstico, sino un recurso útil y eficaz para valorar en qué estado se encuentra el paciente, y que nos serviría para, en función del resultado, derivar al paciente a su médico”. Además, incide que los profesionales “debemos estar entrenados para realizarlos”.

Con respecto a cuáles son los problemas ligados a la salud mental más detectados desde las boticas, Peiró afirma que “es complicado determinar la prevalencia exacta de los trastornos de salud mental, ya que algunas veces se presentan con síntomas inespecíficos lo que, junto a las dificultades para identificarlos correctamente, hace que haya infradiagnóstico de algunos de ellos”. No obstante, indica que, en adultos, tanto la ansiedad como la depresión son un motivo de consulta muy frecuente en Atención Primaria y uno de los problemas de salud mental más prevalentes.

Aumentar la adherencia de los pacientes con depresión

Entre los problemas de salud mental con peores datos de adherencia, Peiró destaca la depresión. “Existe una falta de adherencia notable en los pacientes con depresión, únicamente el 28 por ciento son adherentes al tratamiento”, lamenta. Asimismo, insiste en que “la falta de adherencia a los tratamientos antidepresivos se sitúa actualmente entorno a un 30-70 por ciento en los tres primeros meses de tratamiento, motivo de gran preocupación ya que la discontinuación temprana del tratamiento antidepresivo se asocia un aumento del 77 por ciento del riesgo de recaída“, alerta.

Poniendo el foco en los tratamientos antidepresivos, alega que para que sea efectivo es necesaria la elección correcta de la medica­ción a utilizar, la dosis y la duración del mismo. “Diferentes guías de práctica clínica reco­miendan mantener los antidepresivos al menos entre seis meses y un año tras obtener respuesta en los trastornos depresivos”, señala. Por tanto, añade “desde la Farmacia debemos fomentar la adherencia del paciente durante este tiempo y que no abandonen el tratamiento antes”.

De hecho, recalca que incluso una correcta adherencia a los tratamientos antidepresivos tiene beneficios en los resultados clínicos de otras enfermedades crónicas en aquellos pacientes que presentan depresión junto con otras patologías (diabetes, hipertensión…). “Generalmente, si un paciente no es adherente al tratamiento prescrito para el trastorno mental que padezca tampoco lo será para el resto de patologías”, afirma.

Para abordar la depresión, los fármacos más dispensados, según Peiró, son los inhibidores selectivos de la receptación de serotonina (ISRS), que algunos de ellos también están indicados para tratar la ansiedad; los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRSN), también denominados antidepresivos duales, y los antidepresivos tricíclicos. Por otro lado, las benzodiacepinas son la primera línea de tratamiento para el tratamiento inicial de la ansiedad. “Estas son fármacos que producen riesgo de tolerancia y dependencia, por lo que tanto la adherencia como su utilización en los tiempos prescritos es fundamental”. “De manera general no deberían superar las cuatro semanas”, añade.

Cómo fomentar la adherencia desde la Farmacia

Garantizar la adherencia farmacológica es una de las piedras angulares de la labor farmacéutica de cara a garantizar la efectividad terapéutica. En este caso, los farmacéuticos comunitarios desempeñan una importante labor desde que dispensan el fármaco hasta que el paciente deja de tomarlo. Desde el Servicio de Adherencia Terapéutica, Peiró señala que evalúan la adherencia del paciente con diferentes métodos entre los que se encuentran sencillos cuestionarios, las dispensaciones realizadas o la proporción de días cubiertos del tratamiento y el planteamiento de intervenciones, consensuadas con el paciente.

Desde el mostrador de la botica también apuestan por reforzar la comunicación farmacéutico-paciente. “Proporcionamos afirmaciones positivas respecto a los resultados clínicos de control de los problemas de salud cuando se toma correctamente el tratamiento, reconocemos el alcance de metas, reforzamos el conocimiento sobre problema de salud…”, explica. Además, hace hincapié en la relevancia de identificar las causas exactas que han llevado a un paciente a no ser adherente a su tratamiento, para intervenir de manera precisa. “Entre las más comunes destacan el olvido, la falta de compresión de la enfermedad y el tratamiento, la percepción de que el medicamento no está siendo efectivo y el miedo a la dependencia”, garantiza la coordinadora del CGCOF.

Por otro lado, Peiró insiste en que es esencial que los farmacéuticos comunitarios dispongan de las herramientas adecuadas para el abordaje y la educación de los pacientes en la importancia de la adherencia al tratamiento en trastornos de salud mental, principalmente en la dispensación de inicio o en pacientes en los que se identifica que pueden ser susceptibles de “abandono” del tratamiento. Además, recalca que uno de los mayores retos a los que se enfrenta la Farmacia es la desestigmatización de estos trastornos. “Como profesionales sanitarios más cercanos a la población trabajamos para desestigmatizar estos trastornos y conseguir que el paciente, en ese clima de cercanía, nos consulte ante los primeros síntomas”, garantiza.

El farmacéutico como aliado

Según indica Peiró el farmacéutico comunitario “es un profesional sanitario cercano a la población, y más concretamente a los enfermos crónicos, ya que acuden periódicamente a por su medicación a las farmacias comunitarias”. De hecho relata que, cuando un paciente ha sido diagnosticado de una patología de salud mental, encuentra en el farmacéutico un profesional cercano para consultarle dudas sobre la enfermedad o el tratamiento ofreciendo información personalizada de los mismos.

Además, incide en que su papel también es indispensable de cara a prestarle educación sanitaria (ante la desinformación y el estigma social latente a día de hoy) y a trabajar en la promoción de la salud y prevención de la enfermedad. En esta línea, describe como algo fundamental prestar al paciente Servicios de Adherencia Terapéutica para mejorar el control de la patología o del trastorno de salud mental del que haya sido diagnosticado en colaboración con el resto de los profesionales sanitarios.

Entre las consecuencias que derivan de la falta de adherencia, Peiró destaca el fracaso terapéutico y la disminución del control de los problemas de salud; el aumento de la probabilidad de recaídas y el agravamiento de la patología o el incremento de la morbimortalidad. Además, indica la aparición de efectos secundarios no deseados y de intoxicaciones; el empeoramiento de la calidad de vida y el incremento del uso y coste de los recursos sociosanitarios disponibles.


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