‘Impacto de la pandemia COVID-19 en la prescripción de fármacos en Atención Primaria‘, es el titulo del nuevo número de junio de la Revista Clínica de Medicina de Familia, editada por la SemFYC. En este texto se analiza de manera retrospectiva el impacto de la pandemia de COVID-19 en los tratamientos farmacológicos en tres centros de salud de Atención Primaria urbanos. La conclusión refiere una evidente reducción en el porcentaje de pacientes tratados farmacológicamente en 2020, en comparación con la media de 2017-2019 en casi todos los grupos farmacológicos, y más concretamente, en antibióticos (-8,5 por ciento), antinflamatorios no esteroideos (-5,9 por ciento) y antiulcerosos (-2,8 por ciento). Los anticoagulantes orales y los antipsicóticos son los únicos grupos de medicamentos cuya prescripción no se vio reducida.                                    

Una gran reducción

En términos totales, el inicio de tratamientos con antibióticos para uso sistémico pasaron de 9.833 en 2017; a 6.440, en 2020. Así como de 15.128 pacientes tratados en 2017; a 10.145, en 2020. Es decir, una diferencia de casi 5000 pacientes (4.983).

En cuanto a inhaladores para el asma y la EPOC; el paracetamol; y los ansiolíticos y benzodiacepinas, se detecta una reducción más ligera: –1,9 por ciento; -1,8 por ciento y -1,6 por ciento, respectivamente. En la misma línea descendente se encuentran los antihipertensivos (-1,5 por ciento), antitrombóticos (-1,4 por ciento), opioides (-1,4 por ciento), agentes modificadores de lípidos (-1,3 por ciento) y antiagregantes plaquetarios (-1,3 por ciento). Únicamente en el grupo de los anticoagulantes orales se aprecia un aumento muy modesto del porcentaje de pacientes consumidores (+0,2 por ciento).

En cuanto a inhaladores para el asma y la EPOC; el paracetamol; y los ansiolíticos y benzodiacepinas, se detecta una reducción más ligera: –1,9 por ciento; -1,8 por ciento y -1,6 por ciento, respectivamente. En la misma línea descendente se encuentran los antihipertensivos (-1,5 por ciento), antitrombóticos (-1,4 por ciento), opioides (-1,4 por ciento), agentes modificadores de lípidos (-1,3 por ciento) y antiagregantes plaquetarios (-1,3 por ciento). Únicamente en el grupo de los anticoagulantes orales se aprecia un aumento muy modesto del porcentaje de pacientes consumidores (+0,2 por ciento).

Los motivos

Los autores del estudio han buscado posibles explicaciones a estos datos: “Durante 2020, como consecuencia de la pandemia, se iniciaron menos tratamientos y, en general, los tratamientos crónicos ya instaurados se mantuvieran con una ligera disminución, quizás debido a un exceso de mortalidad. Existen diferentes factores que contribuirían a la disminución de la utilización de fármacos durante la pandemia, como la adherencia al tratamiento, la dificultad de acceso a la asistencia sanitaria o una propagación menor de otras enfermedades diferentes a la COVID-19”. Señalan también que el confinamiento domiciliario, las restricciones a la movilidad, junto con el refuerzo de las medidas de higiene, la distancia social y el uso de mascarillas pudieron contribuir a evitar la transmisión de patógenos responsables de infecciones bacterianas en la comunidad.          

Y añaden que en relación con la accesibilidad al sistema sanitario, “los cambios organizativos en los centros de salud afectaron a la relación médico-paciente. En los primeros meses de la pandemia, los centros de salud de nuestro ámbito modificaron la atención sanitaria a los pacientes, limitando su acceso, con pérdida de las visitas programadas de seguimiento, y sustituyendo las visitas presenciales por visitas virtuales y telefónicas”. En este sentido, los autores señalan que en 2020 las visitas presenciales se redujeron un 55,17 por ciento, mientras que las virtuales y telefónicas se incrementaron un 94,28 por ciento y un 686,39 por ciento respectivamente.

Es interesante señalar que ya son varios los estudios que han puesto de manifiesto que los cambios organizativos de los servicios de Atención Primaria a causa de la pandemia de la COVID- 19 se acompañaron de una reducción en el diagnóstico de patologías crónicas como hipertensión arterial, hipercolesterolemia y diabetes mellitus tipo 2, entre otras. Esta disminución, de enfermedades que requieren tratamiento farmacológico “podría explicar la disminución en la incidencia de nuevos tratamientos observada en nuestro estudio para todos los grupos farmacológicos”, concluyen.


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