A pesar de que en España no es posible vacunar en la botica –una situación que a los profesionales les gustaría revertir–, los farmacéuticos comunitarios pueden desempeñar un papel muy importante en relación a la inmunización de los pacientes.

La función del farmacéutico debería ser informar, recomendar e, incluso, llegar a la indicación de vacunas, además de llevar a cabo una educación sanitaria y también la farmacovigilancia posterior. Así lo indicó Mª Carmen Magro Horcajada, vocal de Ejercientes de Oficina de Farmacia No Titulares y coordinadora del Grupo de Trabajo de Inmunología y Enfermedades Infecciosas de SEFAC, durante el seminario “Virus varicela-zóster, vacunación frente a un enemigo oculto”, organizado por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM), con el apoyo de GSK.

El encuentro tuvo por objetivo, tal y como introdujo Ignacio Padrino Herrera, vocal de Docencia e Investigación COFM, informar a los profesionales farmacéuticos sobre cómo afecta el virus de la varicela-zóster a la población general y, en particular, a los grupos de riesgo; cómo se puede prevenir mediante la vacunación; cuáles son los tratamientos farmacológicos de elección; y qué consejos higiénico-dietéticos se pueden ofrecer desde la farmacia.

Mª Carmen Magro, Fernando González e Ignacio Padrino.

El riesgo de padecer el virus varicela-zóster

Tras la gripe, enfermedad vírica más frecuente que afecta al ser humano, el segundo gran virus en cuanto a patología humana es la familia de los herpes virus, que comparten su “capacidad para generar infecciones latentes y reactivarse en determinados momentos”, explicó Fernando González Romo, del Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Clínico San Carlos, quien situó el contexto del virus varicela-zóster en nuestro país.

Entre las complicaciones del herpes zóster (HZ), como ocurre con la varicela, González mencionó las cutáneas, oftalmológicas, viscerales como bronquitis o gastritis y las neurológicas, entre las que destaca la neuralgia posherpética. “El riesgo de presentar neuralgia posherpética en cualquier paciente es del 5 al 30 por ciento, aunque aumenta con la edad: en los mayores de 50 el riesgo alcanza el 25 o 50 por ciento”, señaló el microbiólogo.

En cuanto a la incidencia del zóster en España, el 68 por ciento de los casos y el 80 por ciento las hospitalizaciones se dan en mayores de 50 años. Con la mortalidad ocurre lo mismo: a mayor edad, mayor riesgo de mortalidad. El 64 por ciento de los pacientes que fallecen por zoster tienen más de 85 años. “La edad es un factor clave“, resumió González.

Características de la vacuna Shingrix

La mejor forma de prevenir el virus varicela-zóster y evitar las complicaciones derivadas de él, es la vacunación. El Ministerio de Sanidad recomienda la vacuna recombinante de subunidades HZ/su (Shingrix, GSK) administrada en dos dosis separadas por dos meses. Está indicada en adultos sanos a partir de 50 y en mayores de 18 en grupos de riesgo.

Esta vacuna se puede administrar de forma concomitante con otras vacunas del adulto, tiene un perfil de seguridad “muy aceptable” y cuenta con eficacias bastante altas. En adultos mayores de 50, la eficacia es superior al 90 por ciento para prevenir HZ. En grupos de riesgo, la eficacia, aunque menor, sigue siendo elevada: en personas con trasplantes hematopoyéticos alcanza casi el 70 por ciento; en personas con neoplasias hematológicas, el 87 por ciento; contra la neuralgia posherpética, la eficacia roza el 90 por ciento; y en personas que presentan comorbilidades (EPOC, asma, cardiopatías…) los porcentajes de eficacia en todos ellos están por encima del 84 por ciento.

En este sentido, González apuntó a la necesidad de insistir en la importancia vacunal de los adultos “sin esperar a cumplir muchos años” para administrar Shingrix. “Cuantos más años pasen, mayor riesgo de HZ y la respuesta vacunal va a ser peor“, indicó.

Dispensación en farmacias

¿Y por qué desde la farmacia comunitaria se debería informar y recomendar la vacunación, en este caso, del virus varicela-zóster en los adultos? La respuesta de Carmen Magro a esta pregunta es que se debería hacer porque existe disponibilidad de vacunas frente a este virus y hay muchos pacientes de 50 años. Precisamente, la vacuna Shingrix está indicada a partir de los 50 porque a partir de esta edad “empiezan a disminuir las defensas y el sistema inmunitario se ve más afectado y susceptible de sufrir infecciones y enfermedades”, explicó.

“Por otro lado, a nuestras farmacias siempre llegan grupos de riesgo: mayores de 50 años, enfermedades autoinmunes, neoplasias; tratamientos inmunosupresores; diabetes mellitus; EPOC, asma, depresión, estrés, etc.; mayores de 18 años con mayores de riesgo (financiada)”, añadió. Y es entre los grupos de riesgo donde más hay que incidir en la vacunación.

Sin embargo, apuntó Magro, una vacuna puede ser muy buena, con buenos resultados, pero “si no mantenemos la cadena de frío, no sirve”. “La cadena de frío debe mantenerse desde los laboratorios farmacéuticos hasta que se administra al paciente y cualquier paso en el que se corte la cadena de frío, puede hacer que una vacuna ni sea eficaz ni segura ni eficiente”, expuso.

“Solo por no mantener una temperatura de entre 2 y 8ºC, podemos perder años de investigación y provocar que la vacuna no dé el resultado esperado”, insistió Magro. Por ello, aboga por un protocolo de actuación en las farmacias en caso de rotura de cadena de frío. “El laboratorio fabricante es el mejor para decirnos si podemos seguir dispensando una vacuna o no si ha habido algún problema en cuanto a la permanencia de la cadena de frío y, si ha habido una rotura, hasta qué punto puede afectar a la vacuna”, afirmó.

El farmacéutico, la mejor fuente de información

Por tanto, la dispensación es uno de los servicios más importantes que desarrolla el farmacéutico comunitario en la farmacia. Sin embargo, supone mucho más que la entrega de un fármaco o vacuna. Conlleva:

  1. Saber identificar, orientar y captar a los pacientes de riesgo que se puedan beneficiar de la vacunación.
  2. Involucrar a la farmacia en la educación sanitaria del paciente.
  3. Detectar incompatibilidades y posibles errores de prescripción y dispensación.
  4. Información personalizada al paciente, clara y basada en la evidencia científica.
  5. Farmacovigilancia, que tiene 3 funciones: educativa (información sobre la seguridad y eficacia de las vacunas), preventiva (formación adecuada a los profesionales sanitarios sobre reacciones frecuentes o errores en el almacenamiento, manipulación y administración de vacunas) y de vigilancia (farmacias centinela).

El farmacéutico puede ser una de las mejores fuentes de información para el paciente por la accesibilidad y confianza”, aseguró Carmen Magro. Sin embargo, apuntó que todavía “falta formación”. “Con la cantidad de vacunas que dispensamos en la farmacia, es bastante reducido y se centra más en las de la edad infantil y las no financiadas que en las de la vacunación del adulto”, expuso.

En definitiva, el papel de la farmacia comunitaria en la vacunación debe ser:

  • La formación sobre las diferentes vacunas disponibles para estar preparados ante la consulta del paciente.
  • La optimización del servicio farmacéutico de indicación y dispensación en vacunas junto con una buena educación sanitaria y farmacovigilancia.
  • La colaboración con los distintos profesionales sanitarios emitiendo los mismos mensajes a la población para ayudar en la prevención de enfermedades inmunoprevenibles mediante la vacunación, principalmente en los adultos y pacientes con factores de riesgo.
  • La elaboración de estrategias de comunicación y campañas sanitarias.
  • El aprovechamiento de las consultas y el servicio de dispensación para recomendar/informar sobre el calendario vacunal y animando a los adultos a completarlo siguiendo las indicaciones de la OMS.
  • Dar ejemplo por parte del profesional sanitario.

Las vacunas no son un gasto, son una inversión sanitaria cuyo principal objetivo es la prevención de la enfermedad en nuestros pacientes”, concluyó Magro.


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