“Para mi ser farmacéutica rural es totalmente vocacional, en mi caso no he venido a buscar rentabilidad. Es un buen sueldo, pero es un sueldo normal. A veces como el de un adjunto o incluso menos”, comenta Beatriz Garrosa, farmacéutica en Cardeñosa, un pueblo de Ávila de 450 habitantes.
Como tantos otros farmacéuticos rurales, Garrosa afronta las peculiaridades y dificultades del día a día de una farmacia que se localiza en un núcleo poblacional pequeño y alejado. Además, es vocal de farmacias rurales en el Colegio Oficial de Ávila y gerente de la única farmacia de este pueblo, localizado en la carretera que une Arévalo con la capital abulense.
Guardias y botiquines
“En mi caso no tengo botiquín, pero me desplazo a las casas de las personas que lo tienen mas complicado, que tienen movilidad reducida. Solemos hacerlo cuando les visita el médico, es él normalmente quien me avisa”, explica Garrosa que admite tener compañeros que lo tienen mucho peor en cuanto a guardias y botiquines.
Un botiquín es un local que abre un farmacéutico fuera de su núcleo poblacional, en otro pueblo, y el cual está abierto al público un mínimo de 4h semanales que garantizan el acceso a la población de los medicamentos que requieran o tengan prescritos. Los dueños de estos locales no reciben ayuda alguna más que los beneficios que le va a reportar tal botiquín y Garrosa afirma que muchos de sus compañeros lo hacen por no dejar pueblos enteros sin farmacia, que no obtienen apenas beneficios de ello. “Algunos tienen más de un botiquín y hay botiquines que por las características del lugar deben de abrir mas de 25 horas a la semana, por lo que muchos de mis compañeros se ven obligados a contratar a una persona. Algunos de ellos tienen más de 5 botiquines y no dan abasto”, apunta Garrosa. “Los botiquines son establecimientos sanitarios de carácter excepcional, pero quieren generalizarse en las zonas rurales, y eso es una barbaridad”, declara a EG el presidente de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR), Jaime Espolita, que trabaja para que estos farmacéuticos puedan desgravarse algunos gastos como el de la gasolina, ahorros que ayuden a incentivar esta actividad dentro del sector.
“Invertir en sanidad es invertir en farmacia”
Beatriz Garrosa, farmacéutica en Cardeñosa y vocal de farmacias rurales en el Colegio Oficial de Ávila
Este tipo de boticas, como la de Garrosa, se denominan farmacia VEC con (Viabilidad Económica Comprometida), por lo que sí recibe una compensación: “Recibimos esa ayuda por ser una VEC, no por ser una farmacia rural, la reciben todas las oficinas que tengan menos ingresos de 200.000 euros”. En España hay otras 696 farmacias con estas características.
Admite que es una ayuda irrisoria, insuficiente en la mayoría de los casos. “¡Deben pagarse las guardias!”, manifiesta la farmacéutica.
La Ley de ordenación Farmacéutica obliga a que en las zonas básicas de salud haya al menos una farmacia de guardia abierta durante la noche. La farmacia de Cardeñosa pertenece a la zona de Ávila, por lo que Garrosa no tiene por qué hacer guardias, pero muchos otros farmacéuticos rurales si, cubriendo multitud de núcleos poblacionales. No reciben visitas, porque no hay mucha menos densidad de población y sin embargo deben de cubrir gastos como luz o calefacción y no reciben ayuda por ello. Garrosa cree que deben ser pagadas como las guardias de un médico por la administración: “Somos un servicio imprescindible con carencias, necesitamos que se ponga esa confianza en nosotros desde la administración para llegar a todo el mundo, porque en muchas ocasiones somos el único sanitario que hay en el pueblo y en muchos de alrededor, quien te deriva al médico o no”, explica ante la falta de médicos en muchas zonas de la conocida como España vaciada.
“La gente mayor incluso me pide que les pida cita con el móvil. Estamos con ellos, estamos a su lado”
Beatriz Garrosa, farmacéutica en Cardeñosa y vocal de farmacias rurales en el Colegio Oficial de Ávila
Desde Sefar suscriben las palabras de la farmacéutica. “Las guardias son un tema complicado”, admite Espolita. “Por ley siempre debe de haber una farmacia abierta en las zonas de salud, esto debe de racionalizarse porque en las ciudades se van turnando y no hay mayor problema, pero en las zonas rurales es distinto. En mi caso, por ejemplo, somos dos oficinas de farmacia por lo que estamos de guardia 6 meses y la zona de salud básica colindante a la que pertenezco son siete. Es un asunto que no le cuesta dinero ni a la población ni a la administración por eso no les conviene cambiarlo o abonarlo desde el estado. Una solución podría ser juntar varias de estas zonas de salud”, añade.
El trato con el paciente
Beatriz Garrosa adquirió su oficina de farmacia en el año 2018 y cuenta con una empleada. En seguida empezó a moverse en un trabajo que, asegura, obliga a estar muy activo a quien lo realiza. “Estaba en una farmacia de adjunto en Ávila, pero quise montar la mía propia y me he adaptado muy bien a la vida rural, me gusta”, comenta.
“Ahora voy de camino a Madrid, que hay muchas farmacias, pero me paso a comprar medicamentos a Beatriz, porque hay que apoyar a las farmacias rurales”, explica a EG, Apolinar Senovilla, un vecino de un pueblo cercano que no cuenta con farmacia. En el pueblo muchos tienen trato con ella asiduamente y manifiestan un gran aprecio hacia su farmacéutica: “Funciona muy bien, es una persona muy agradable”, declara el dueño de uno de los pocos bares de Cardeñosa.
“Ver día a día el reflejo de tu trabajo es algo que llena mucho a nivel vocacional”
Beatriz Garrosa, farmacéutica en Cardeñosa y vocal de farmacias rurales en el Colegio Oficial de Ávila
“La gente valora mucho nuestro trabajo en el pueblo”, admite Garrosa, que también pone en valor la cercanía y el trato con el paciente. “Estás pendientes en todo momento, miras el pastillero, la medicación que tienen en casa. Los mas mayores incluso me piden que les pida cita con el móvil. Estamos con ellos, estamos a su lado”, insiste Garrosa que además considera que un trato tan cercano ayuda en muchas ocasiones a saber que le pasa a estas personas y a mejorar los tratamientos, “Ver día a día el reflejo de tu trabajo es algo que llena mucho a nivel vocacional”.
Admite que debería haber mejoras en el contacto con los médicos. Ella con el médico que pasa consulta en Cardeñosa tiene contacto de forma extraoficial y cree que las nuevas tecnologías podrían ayudar a solventar las faltas de adherencia a algunos tratamiento con los que se encuentra en ocasiones. “Por ejemplo yo no puedo cambiar una amoxicilina en comprimidos por una en sobres, estando tan alejados de las ciudades, una buena comunicación ayudaría a mejorar estos problemas”, explica la farmacéutica que también considera importante la profesión para afrontar los problemas de la España vaciada: “Para acabar con la despoblación hay que invertir en sanidad, e invertir en sanidad es invertir en farmacia. Con el COVID muchas personas vinieron a los pueblos para alejarse de las masificaciones, esas personas al igual que los que viven aquí toda su vida requieren de servicios básicos para quedarse”.
Garrosa considera que la administración debe implicarse más, ayudarles. Recuerda todo lo que lloró durante la pandemia, la impotencia de no poder suministrar a los pacientes lo que requerían por la falta de mascarillas o geles. Esa soledad que sintió la gente en la primera ola y que en ocasiones también siente el sector: “Como no echen una mano a la farmacia rural, no sé dónde vamos a acabar”, concluye.