El cáncer es la segunda causa de muerte en España después de las enfermedades cardiovasculares. La probabilidad de desarrollar esta dolencia a partir de los 50 años se incrementa de forma notable y marca cifras cercanas al 15 por ciento en ambos sexos a los 60, llegando incluso al 50 por ciento en hombres y al 30 por ciento en mujeres a los 80 años. Por ello, los expertos coinciden en que se trata de una enfermedad con la que hay que aprender a convivir, también desde la farmacia comunitaria. Las estimaciones apuntan a que en 2023 se detectarán más de 270.000 casos. Esto significa que, si se diera un reparto uniforme en el territorio, cada farmacia atendería a cerca de 12 pacientes durante el año.

El cáncer es una enfermedad que produce un daño físico como psicológico y que, en mayor o menor grado, necesita también de una atención farmacéutica que ofrezca tanto una palabra amiga, como una respuesta científica. Por ello, desde el CGCOF han realizado una jornada para abordar una cuestión cada vez más relevante. “Desde la oficina farmacia se puede hacer un gran trabajo. Si podemos aconsejar o poner en alerta, en el caso de que veamos sintomatología, vamos a dar vida y ahorrar dinero al sistema. El paciente sólo nos da una oportunidad”, explica David Garduño, farmacéutico experto en el manejo dermofarmaceutico del paciente oncológico.

Lo primero que se puede hacer desde el mostrador de la botica es escuchar al paciente, entender sus necesidades y saber cómo comunicar, también al cuidador. “En la oficina lo más importante es preguntar al paciente y al cuidador cómo están”, comenta Ishoo Budhrani, farmacéutico e impulsor de iniciativas que trabajan para visibilizar el tándem cáncer y farmacia. Ishoo destaca la necesaria formación de los profesionales comunitarios para abordar esta dolencia. “Hay que darse cuenta de que cualquier persona puede ser un paciente”, comenta. Además, reclama que los farmacéuticos deben involucrarse más en el cuidado y el seguimiento de los pacientes, aunque hay muchas dificultades para conseguirlo debido a la gran carga de trabajo en las oficinas. “Necesitamos tiempo para dar una atención de calidad que muchas veces no tenemos”, demanda. También a la hora de tratar con los médicos, donde el farmacéutico debe tener una actitud más activa “que a veces no hacemos por miedo a terreno que desconocemos o por una cultura de la sociedad que ve el cáncer como un tabú”, insiste Ishoo Budhrani.

Cuidados dermatológicos del paciente oncológico

Muchos de los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos aparecen en la piel, de hecho, el 70 por ciento de los pacientes sufren alteraciones tanto en la piel, como en las mucosas o cabello. Una circunstancia que “produce una merma en la calidad de vida y el bienestar del paciente”, expresa Blanca Llácer, vocal de dermofarmacia del COF Alicante. De ahí la importancia del cuidado de la piel y el papel necesario de los profesionales para una actuación farmacéutica coadyuvante al tratamiento oncológico.

Los efectos secundarios dependen del tipo de intervención a la que ha estado sometido el paciente. Por ejemplo, con la cirugía es frecuente encontrar alteraciones en la cicatrización, sobreinfecciones, hematomas o pruritos. Con la radioterapia aparece alopecia, mucositis o radiodermitis. Con la quimioterapia se puede ocurrir xerosis y descamación, fisuras, queratosis pilar, alteraciones ungueales o pigmentarias, eritrodisestesia palmoplantar o alopecia e hipertricosis. Por su parte en las terapias dirigidas se pueden experimentar erupciones acneiformes, exantema máculo-pustuloso, paroniquias y granulomas piogénicos.

Como explica Blanca Llácer, hay cuatro pilares básicos para actuar, también de manera preventiva, frente a estas alteraciones cutáneas desde la farmacia, como son la higiene, la hidratación y emoliencia, la fotoprotección y el maquillaje terapéutico. Por ejemplo, para la higiene se pueden utilizar productos para pieles sensibles y cremas limpiadoras con ausencia de irritantes, como exfoliantes o perfumes. Así como evitar ambientes secos y las temperatura no elevadas. Es importante también la hidratación con el fin de reponer la pérdida de agua epidérmica, mejorar la función barrera y la elasticidad, con una frecuencia de dos o tres veces al día con emolientes, hidratantes, calmantes, antioxidantes, prebióticos o postbióticos.

Respecto a la fotoprotección, un medida muy frecuente debido a que la fotosensibilidad es un denominador común a todos los tratamientos, encontramos fotoprotectores tópicos para pieles sensibles, texturas untuosas e hidratantes, filtros inorgánicos, orgánicos testados y no comedogénicos. Se utilizan durante todo el año, también en espacios interiores y reponerlos cada pocas horas. Por último, hay que tener en cuenta el maquillaje terapéutico corrector, una cuestión muy significativa y donde hay mucho que hacer con el fin de mejorar la autoestima del paciente.


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